Tan inmersos estamos en todo lo que el país está viviendo que escasa atención prestamos a un tema que entraña gran trascendencia para los mexicanos y, sobre todo, para nuestros migrantes: la elección en la Unión Americana, ya a la vuelta de la esquina. Y no se crea que las cosas están tan bien en cuanto a las relaciones entre ambas naciones. Y mientras, nuestro presidente se hace de la vista gorda cada vez que Donald Trump dirige un mensaje a nuestro país a veces falso (como que la infección está peor que allá) o hasta de plano insultante y falaz, como dar por hecho que seremos los mexicanos los que pagaremos por su muro (incluidas tandas de aplausos de sus fans). Al menos ya no esgrime ante sus seguidores que solamente los que van de aquí son criminales y violadores. El caso es que, con la muy probable toma del poder por los demócratas, reviven algunas esperanzas en cuanto al trato que se da a nuestros compatriotas y la anhelada seguridad jurídica para muchos de ellos como a los luchones “dreamers”.
Aunque nuestro gobierno, hay que reconocerlo, no ha metido en dicha elección cuchara ni mayor ruido, como debe ser, lo cierto es que se busca ocultar lo que es evidente: hay desconfianza en cuanto a la política de seguridad y lucha antinarco por un lado y, en otro orden, parece estar cerca una verdadera confrontación con el gobierno mexicano por sus decisiones proteccionistas de tipo energético que están afectando a las inversiones incluso ya hechas de empresas norteamericanas, lo que anticipa no solamente amparos y juicios sino, también, una eventual revisión al cumplimiento del tratado comercial; y recuérdese que esto será problema gane quien gane ya que el demócrata Joe Biden no fue precisamente un simpatizante de los términos en que se firmó el reciente T-Mec.
Para el gobierno estadounidense los mexicanos no son confiables, especialmente en el combate a los cárteles y a la delincuencia organizada. Y lamentablemente tienen razón. Del operativo de hace ya un año, frustrado y luego con la liberación de Ovidio Guzmán, buscado no por nuestras autoridades sino a petición de la DEA para su extradición, no le quedaron ganas a Estados Unidos de seguir tratando de buscar lo que se ha llamado “cooperación bilateral”, no en este caso. No es anecdótico que el presidente salude a la mamá del ahora llamado respetuosamente señor Joaquín Guzmán, es un reflejo quizá de una intención aparentemente pacifista pero que implica cierto grado de tolerancia a la operación de un grupo delincuencial tan identificado. Ahora, hay que ver cuál será la perspectiva si el saliente secretario de Seguridad del país, Alfonso Durazo, tan condescendiente como ineficaz en la lucha antinarco, llegara a ser gobernador de Sonora, vecino de Sinaloa.
Entonces, ¿por qué extrañarnos que de la investigación y captura del extitular de la Secretaría de la Defensa no tuviera el gobierno de México conocimiento alguno? Dicho general estuvo aquí siempre y, de mediar una orden de aprehensión girada en el vecino país, bastaba con cumplimentarla y extraditarlo. No, sencillamente porque si no eres capaz de detener, consignar y enviar al hijo de un delincuente, ¿quién garantizaría que lo lograras con quien fue cabeza de todo el aparato militar mexicano?
Esta desconfianza, se dirá, tiene ya mucho tiempo. Así es. Tras el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, los estadounidenses emprendieron la “operación leyenda”, que no era otra cosa que actuar encubiertos para ir tras los presuntos culpables. Nunca más volvió a existir la confianza con nuestro gobierno y, al parecer, tampoco la inspira y con motivo el actual régimen.
Estamos a unos días de conocer al reciclado o al nuevo presidente de la Unión Americana. El asunto no es cosa menor para los mexicanos. Biden alienta muchas esperanzas porque al menos trataría a México con mayor respeto y ha establecido que buscará legalizar a migrantes. Al presidente de México no le servirá de mucho haber ido al cortejo de la Casa Blanca, pero, con todo, habrá que acostumbrarnos a seguir siendo vecinos, cómodos, a veces incómodos. Trump o Biden establecerán nuevas reglas del juego, aunque de antemano se sabe no brillará en nuestras relaciones mutuas la confianza, no al menos por un buen tiempo.
Twitter: @MiguelZarateH