Lenia Batres Guadarrama no tardó nada en mostrar sus verdaderas credenciales apenas luego de haber asumido el cargo como nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tampoco su auténtica misión dejó lugar a dudas. Habiendo jurado hacer cumplir la Constitución, en cuestión de minutos acabó con principios esenciales, como la autonomía y la división de poderes. Claro, pretendió hacerlo ver a la inversa. Exhibió al resto de sus compañeros -sin reparo específico con quienes conformará su propio frente a favor de López Obrador, las ya ministras Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz-, como verdaderos transgresores de la ley fundamental en razón del sueldo que perciben, aunque es hora que ni de Yasmín ni de Loretta se sabe que se lo hayan “bajado” para ganar “menos que el presidente”. Pero, lo más grave es que acusó, sí, abrió fuego contra el organismo colegiado al que hoy pertenece, porque, a su entender, se subordina la Carta Magna a los ministros y no al revés.
En primera fila del público, el jefe interino de gobierno de la ciudad de México, su hermano Martí Batres, y varios de los integrantes de su familia, eran prácticamente los únicos que celebraban el primer mensaje de Lenia, una abogada graduada en la Universidad Humanitas (186 del ranking nacional de universidades) pero que nunca pasó por cargo alguno dentro de la Judicatura. La nueva ministra, de hecho, se ha dedicado más a la política, especialmente en el ala de la izquierda radical mexicana como casi toda su familia, pasando sucesivamente del Partido Socialista Unificado de México (el desaparecido PSUM), al PRD y actualmente a Morena. Ya en el gobierno, lo mismo se desempeñó al lado de López Obrador en el gobierno de la ciudad de México que en la diputación local e incluso como asesora de Claudia Sheinbaum. En suma, una activista que representa en todo su esplendor a la 4T y que, por las discrepancias en el Congreso, terminó por ser elegida por medio del “dedazo” presidencial (permitido por la Constitución cuando no hay acuerdo camaral), para llegar a la Corte.
Como candidata al cargo, Lenia había sido discreta en su presentación ante los legisladores, subrayando que no ejercería bajo consignas y que mantendría a toda costa la autonomía del Poder Judicial. No habían transcurrido muchos minutos desde que vistió la toga cuando arremetió como un verdadero “kamikase” contra todo lo que, ¡oh sorpresa!, odia tanto el presidente. Todos sabemos que AMLO no quiere irse sin avasallar a la Corte, misma que se ha resistido pese a haber tenido en su seno a un presidente que resultó auténtica vergüenza para la justicia en el país, el exministro Arturo Zaldívar, ejemplo vivo de quien unas veces en el descaro y otras a la sombra, se dedicó como ha quedado claro a socavar al PJF, a sabotear y a someterse junto con las ministras Yasmín y Loretta, a los designios de Palacio. Tras su renuncia para irse al equipo de campaña de Sheinbaum (vaya cinismo al arrastrar de esa manera su pasada trayectoria), a Zaldívar le sucede precisamente Lenia, con una tarea pendiente: hacer todo lo que esté en sus potestades para cristalizar el sueño de su evidente patrón, o sea la reforma del Poder Judicial para que ministros, magistrados y jueces sean “electos” por el pueblo (claro, en base a las listas preparadas de antemano por el Poder Ejecutivo y de un Congreso a modo). Es decir, la puerta de la dictadura.
Hace cuentas López Obrador de que en la próxima elección arrasarán sus prospectos a las cámaras de diputados y de senadores. Por ello no tiene empacho en promover que esto suceda para alcanzar, como él mismo señala con insistencia intencionada, la “mayoría calificada” que habrá dar paso franco a sus iniciativas constitucionales para ser aprobadas. Si se piensa, esto en realidad sería una pesadilla que ya México vivió hace décadas. Sólo que ahora se trata de manipular y destruir cualquier reducto de autonomía e independencia en los poderes y en los organismos que actúan como recursos de control a los excesos presidenciales. Sin embargo, el presidente tiene los días contados y pretende que lo que él no ha logrado, quizá lo haga su muy posible sucesora. O bien esperar que efectivamente se logre tal mayoría una vez que tome posesión el nuevo Congreso en septiembre próximo para que, en tiempo récord, menos de un mes (obvio, en el supuesto que lograra la mayoría que quiere, lo cual no parece nada sencillo y menos cuando él ya no figurará en la boleta), lanzar sus iniciativas como carne al asador, en lo que ahora abiertamente llama su “plan C”.
Por ahora los datos favorecen a su sucesora y en gran medida a su partido, pero sería prácticamente imposible que esto sea alcanzable. López Obrador, sin embargo, no cejará, y así como metió a Lenia Batres a jugar el papel de quinta columna del Poder Judicial, igual puede jugar con reglas nada limpias para que el morenismo siga cooptando a figuras descontentas de otros partidos, especialmente del PRI, como ya ha estado sucediendo, aunque sus números no le darían ni siquiera así a sus pretensiones hegemónicas o las de quien hará las veces de su fiel y obediente sucesora. A la Corte le pegó ya el “misil Lenia”, ¿cuántos más tendrá en su arsenal? En algo estamos de acuerdo con él: vaya que el poder corrompe, y mucho según se ve.
X.- @MiguelZarateH