Política

Electoral, ¿otra reforma muerta?

Parece obstinación. Luego del fracaso de la reforma energética, sin más ahora al presidente López Obrador le urge la tan propalada reforma electoral. No se espera a un nuevo periodo ordinario en el Congreso, acelera trámites y sin duda deja prendida la mecha para que sean las comisiones permanentes las que atiendan su iniciativa en la que, al igual que la anterior, implicará convocar a sesiones extraordinarias o esperar a septiembre. Esta parte no es sencilla pero tampoco imposible. Lo que sí se antoja casi salto mortal es que Morena y aliados reúnan la mayoría calificada para aprobar dicha reforma sin el apoyo de opositores. Lógico, estos no se sienten precisamente muy en modo diálogo ni negociación cuando se les ha vituperado tanto, considerado “traidores a la patria” y, lo más grave, que lo que quiere el presidente es nada menos que eliminar al INE, poner consejeros “electos” por la población, pero emanados de propuestas de los tres poderes (prácticamente bajo su control) y, también, liquidar la figura de los plurinominales, lo que consolidaría prácticamente un régimen hegemónico cuando no totalitario. Y si estorban los movimientos locales, pues también de paso eliminar los organismos electorales locales (llamados Oples), es decir centralizar todos los procesos en la federación. ¿Nada más eso quiere?

Esto sencillamente pondría fin a una institución, el INE, en la que confían los mexicanos y que ha costado más de treinta años conformar y fortalecer en su autonomía y eficiencia. Los “pluris”, en su caso, ciertamente surgieron de una oposición cansada de la “dictadura perfecta” priista de décadas, para ir equilibrando la balanza y, particularmente, permitiendo que las minorías estuvieran también representadas en las cámaras. Esto, bajo otras denominaciones, existe en muchos países, como en Europa donde se conocen como “sistema de cocientes”. Aunque estas posiciones parlamentarias tienen efectivamente algunos defectos, su gran beneficio consiste en que garantizan niveles de pluralidad y, de manera destacada, evitan los votos desperdiciados ya que, en una elección uninominal, los sufragios alternos sencillamente se van a la basura.

Queda bastante claro que los principios en que se basa la reforma de AMLO solamente pretextan voluntad de “democratizar” el sistema cuando todo indica que podrían a conducir exactamente a lo opuesto, como acontece en los gobiernos dictatoriales, así como un supuesto ahorro en pagos a los plurinominales. Esto es relativamente cierto, aunque ya fue tema curiosamente con Calderón y Peña Nieto, quienes igualmente querían eliminarlos o minimizarlos. Para muchos, se trata precisamente de un argumento de corte populista ya que el ciudadano de por sí no tiene una buena imagen de los legisladores y no ve con malos ojos que se les reduzca. Sin embargo, hay que tener presente que, de no haber plurinominales, por ejemplo, no hubieran llegado al Senado de la República ni el coordinador morenista Ricardo Monreal ni la presidenta, Olga Sánchez Cordero.

Ahora bien, el punto crucial será el sentido del voto de los diputados y senadores de los partidos opositores al régimen. Monreal de hecho se pronunció en contra de la “guerra de odio” hacia quienes impidieron avanzara la reforma energética, emprendida por sus compañeros de partido. Y lo dijo sin ambages: “no me dan forma de negociar nada con ellos”. De repetirse la dosis de los opositores y de sostenerse en contra de esta reforma constitucional o de cualquier otra, parece lógico que los cambios electorales pretendidos por AMLO se quedarán en el cajón del olvido. Entonces, ¿por qué lo hace y en estos momentos? Quizá su estrategia general contempla también acusar a la oposición de otra forma, ya que, si previamente se trataba ya de “traidores”, ahora serían, por decirlo a su modo, “enemigos de la democracia”. Todo ello no deja de tener su efecto en el ánimo de sus seguidores, lo cual abonaría a las siguientes elecciones locales en varios estados y ni qué decir la cantaleta segura ya en la etapa que llegará pronto para la sucesión del 2024. Ahora habrá que ver de qué realmente están hechos los diputados de oposición y si se mantendrá firme la alianza de “Va por México” y el partido Movimiento Ciudadano.

Si alguna de esas fuerzas flaquea o se involucra en alguna clase de componenda digamos como para mantenerse en el gobierno de equis estado, entonces sí habrá que creer que López Obrador actuó esta vez con una cierta garantía de sacar el triunfo, aunque con ello acabe con la estructura que nos ha dado más certeza que nunca de que elegimos a quienes deseamos y que de algo sirvieron todos esfuerzos desde la Revolución para encontrar el camino correcto. Los recuerdos de una etapa de autarquía pueden convertirse en realidad y no hay sombra de duda de que sí se podría llegar así a la dictadura de una sola corriente política. Mejor valoremos que aún será complicado que el régimen se salga con la suya y que están en manos de una oposición digna y capaz de reafirmar que esta reforma antidemocrática y absolutista, haya nacido, ojalá, muerta.

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Miguel Zárate Hernández
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