De tanto escuchar su mismo discurso, a veces perdemos de vista la trascendencia de que el presidente de la república maneje para todo un doble lenguaje. Quizá es cierto que ningún mandatario había sido tan vituperado, aunque igual ninguno se había prestado tanto para ello. Al menos desde antes de Lázaro Cárdenas para acá nunca se habían escuchado de un Jefe de la Nación tal cantidad de frases soeces, calificativos insultantes y señalamientos verbales producto principalmente de una muy probable ira interna ante el hecho de que no todos los mexicanos están en disposición de acatar sus líneas ni criterios autoritarios. El “quien no está conmigo está contra mí” jamás había tenido tanto sentido en un presidente, intolerante absoluto de cualquier idea, palabra o acción que le contradiga. Esto, por lógica, lo ha llevado a manejarse de muy distinta manera con respecto a todos aquellos que, bajo el perfil generalizado de “conservadores”, osan irrumpir en contra de sus políticas y conceptos. Algo, definitivamente muy distinto al trato que da cuando se ventilan temas incómodos o se cuestiona a sus personajes afines, a quienes protege y defiende de mil maneras.
Este domingo, por ejemplo, se lanzarán multitudes a las calles de un centenar de ciudades, se anuncia, para protestar por la aprobación del denominado “Plan B” en materia electoral, mismo que no es sino una manipulación de los principios constitucionales que no pudieron modificarse gracias a que requerían de una mayoría legislativa calificada. Con la mayoría simple, en cambio, se las ingenió por el ordenamiento presidencial, para perseguir el mismo fin de controlar en lo posible al INE y someterlo a una restricción presupuestal que prácticamente limitará sus tareas a cumplir con la objetividad de sus labores. Por citar lo mínimo, esto significa reducir a la quinta parte su gasto operativo en personal civil de carrera y administrativo, concentrando actividades y comprometiendo su autonomía, Pero esto es lo que conviene a las intenciones presidenciales de conservar el poder a toda costa y ahora solamente la Suprema Corte, donde AMLO cuenta con algunos alfiles, podría echar abajo una ley que sería desastrosa para los propósitos de imparcialidad en las elecciones por venir.
Sin embargo, la nueva marcha de inconformidad ya fue descalificada desde Palacio. Ahora resulta que fue organizada contra el gobierno de López Obrador (que no contra su iniciativa), y hasta es generada en “defensa” de García Luna. Esta extraña perversidad de acusar de respaldar al “crimen organizado” y al expresidente Calderón a los manifestantes, no es sino una forma de inhibir la participación de un evento organizado desde hace varias semanas, sin que tuviera peso alguno el juicio de Estados Unidos que desató polémica por su fallo. Sin embargo, en el lenguaje más corrosivo, acusó a quien será protagonista y orador en la citada marcha en la ciudad de México, el exministro de la Suprema Corte José Ramón Cossío, de “corruptazo, conservador, hipócrita, como casi todos ellos”. El hecho no ha pasado inadvertido en lo internacional. Congresistas de Estados unidos señalan ya el peligro del retroceso del “plan B” para México e incluso para su país, diarios como el New York Post van más lejos y consideran que López Obrador está “asesinando” a la democracia mexicana, sacando leyes que, según señala, están hechas para que el presidente imponga un “peón” para el siguiente sexenio.
No obstante, son muchos otros los aspectos en los que el presidente se observa ya molesto y denota fastidio. Seguramente no le faltarán calificativos para acusar, como ya lo ha hecho el “resucitado” fiscal Gertz Manero, a quien exoneró de toda culpa penal a Rosario Robles, lo que sin duda aguó el festín en que había convertido el fallo de García Luna. Ya el propio Gertz adelantó posturas al respecto y afirmó que impugnará la decisión del juez que libera a Robles de todas las acusaciones que él le formuló y que le costó a la experredista funcionaria tres años de su vida a pasar en prisión, sin siquiera el “disculpe usted” de estos casos. Gertz incluso ya amenazó al juez exonerador de Robles con denuncia penal y lo único perceptible es que “el gozo” (presidencial) por lo de García Luna, prácticamente se fue al pozo con esto.
Y no es lo único en que se maneja el doble lenguaje. Ante el reporte de un plagio más de su innegable aliada y ministra Yasmín Esquivel, simplemente no se quiso ver acorralado una vez más y salió con que el asunto “ya no es nota”, mientras que a otro nivel calificó a la presidenta de Perú, Dina Boluarte de “espuria” -y eso que no es para nada injerencista-, a lo que ya se respondió con el retiro enérgico del embajador peruano. Mientras, para el dictador nicaragüense Daniel Ortega no hubo condena alguna sino ofrecimiento de “diálogo” y apertura a los originarios expulsados de ese país que se acerquen a solicitar albergue político en México.
A fin de cuentas, el doble lenguaje de López Obrador no es otra cosa que su doble política, su parcialidad y doble cara, especialmente la del engaño.
Miguel Zárate Hernández
Twitter: @MiguelZarateH