Política

Cuenta regresiva ¿ya?

Parece que el presidente de la república empieza a entrar en desesperación. Advierte que los días de su administración están contados y las cosas no le han salido precisamente a la medida de sus deseos. El mismo lo acepta y no quiere dejar sus obras a medias ni arriesgar a que todo su andamiaje político empiece prematuramente a resquebrajarse, lo que significaría poner en riesgo la continuidad de su 4T. Pero no tiene de qué quejarse: él mismo ha precipitado los tiempos, como al lanzar sus precandidatos o “corcholatas” con tanta anticipación que, lógico, quedan un tanto expuestos a toda clase de ataques externos y sin duda también internos. Lo peor, claro, es que se trata de figuras controversiales que no se ve por dónde puedan llegar sanos y salvos a un proceso que se desatará hacia los últimos meses del año. Si en verdad AMLO cumple en cuanto a asumir una posición marginal en el futuro, nada garantiza que sus alfiles alcancen por sí mismos un nivel suficiente para dar por hecho el triunfo. Este se dará, y hasta ahora hay que reconocer como muy probable, solamente si se logra la identidad con quien, diga lo que diga, seguirá siendo “líder moral” de su movimiento.

Es el caso de la corcholata preferida, casi ungida, quien ha recibido una verdadera andanada por todas las fallas en la columna vertebral de la movilidad capitalina, el Metro. Suman ya muchos incidentes y numerosas muertes las acontecidas en su periodo a causa de los problemas del sistema, lo que denota, de menos, una grave irresponsabilidad de mantenimiento mientras la jefa de Gobierno se placea a discreción en su precampaña anticipada por diversos rumbos del país. Pero esto golpea severamente a los millones de usuarios que muestran por necesidad resignación y que no entienden tanto descuido. Y luego la distracción, como la de encontrar “por una denuncia ciudadana” -sí, cómo no-, materiales propagandísticos en su contra en montones tirados dentro de una oficina de la alcaldía Cuauhtémoc (en cuya demarcación está el centro y hasta Palacio Nacional), como si no hubiera sentido común para guardarlos en otro lado. Así de absurda la acusación.

Tras ello, movimiento casi antiterrorista de las huestes de García Harfuch (quien de paso se llevará el raspón) para bloquear con antimotines la alcaldía e impedir paso a hasta a su titular, Sandra Cuevas, con quien la señora Sheinbaum parece tener rivalidad política y personal. Mal y de malas para la corcholata Claudia, cada vez más disminuida y que da ya síntomas de perder el control. A Ebrard no le preocupa tanto, con todo y que sigue haciendo disparate y medio con la política exterior de México por orden de su patrón, o al titular de Gobernación, quien quizá nos deje con la duda de si algún día cumplirá su papel de conciliador e interlocutor del Estado, como marca la Constitución.

Debe ser preocupante para el presidente toda la cuestión, y de ahí que se desviva con vehemencia en defender, sobre todo a Claudia, quien aparentemente puede ser la única que tendría a sus pies cuando el Tlatoani se retire a su feudo en la región maya, junto a Pakal. Con Adán sería igual, pero cualquiera ve que su figura no conecta con el país. Por si fuera poco, el año electoral presente en el estado de México y Coahuila se le complica bastante, aunque especialmente en el primero, en estos próximos meses AMLO y su partido echarán todo el resto para que no pierda su bastante desgastada candidata Delfina Gómez. Coahuila da la impresión lo dan por perdido.

Pero, efectivamente, el tiempo pasa y aún no se resuelven temas cruciales, como la inseguridad que el presidente enmascara con el juicio de García Luna, o bien ahora atacando al Supremo Tribunal de Justicia (“¿le deberíamos seguir llamando así?”, dijo) porque no se le hizo el control esperado con Yasmín Esquivel y están en juego sus reformas, o de nuevo contra el INE por su lucha constitucionalista, o fustigando (“ya chole”, afirmó) de antemano una próxima marcha para defender a la institución.

Y de las obras, habrá que tratarlo como asunto aparte. La desesperación asoma al ver, pese a presiones como la de la carga aérea, que el AIFA no termina por despegar pese a que es uno “de los mejores del mundo”, como repite hasta el cansancio, o que el tren maya arrancará este fin de año, tope en lo que tope, diría alguien, y una refinería que a lo mejor genera el primer barril, pero quién sabe los demás cuándo. Sin embargo, es el propio presidente quien se ha puesto los tiempos y ahora ve que el calendario le acerca a meses que no son muchos. A fin de cuentas, él es el quien ya reconoce que la cuenta regresiva ya empezó y pronto los plazos fatales dirán si puede cumplir sus metas políticas y de gobierno, o si apunta al eventual fracaso de su supuesta transformación.


Miguel Zárate Hernández


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