El imperio amenazó con ir al contraataque, con una oleada de represión económica revestida de cuotas arancelarias. ¿Cuál TMEC? ¿Para qué ha servido si se trata de echarlo abajo no mediante el proceso que siguen todas las naciones sino con un manotazo en la Casa Blanca? ¿A qué se atiene Donald Trump para imponer por la fuerza y el chantaje su voluntad? Pues desde luego que tiene el poder del marro y le bastó amagar, ni siquiera hacer alguna finta de calentamiento, para doblegar al unísono a los dos países con los que Estados Unidos tiene mayores intercambios comerciales y, además, comparte fronteras. Claro que no le vamos a quitar mérito a la presidenta Claudia Sheinbaum del manejo que hizo en su etapa más crítica. Se lo reconoció hasta Olaf Scholz, Canciller y jefe de estado alemán y sin duda una figura dominante en el panorama de la Unión Europea. Sí, no se le puede negar a la presidenta llevar las cosas al menos al terreno de una pausa que aplaque al “orangután” que lleva adentro el presidente estadounidense. Lo que debemos pensar es qué y cuánto le costará al país la bocanada de aire para respirar tan solo un mes.
Pasado el fugaz festejo por la demora en la aplicación de las “sanciones” enunciadas por Trump a nuestro país, ahora Sheinbaum debe enfrentar una realidad que no parece fácil de superar. ¿Cómo resolver en tan breve lapso los problemas que más han aquejado al país desde hace tantos años? Habrá cosas que servirán para amainar la tormenta, pero no para navegar largos cuatro años del gobierno actual de la Unión Americana. Si apenas en 15 días fue capaz de trastocar toda la cuestión migrante, acometer (de palabra hasta ahora) una lucha frontal contra los cárteles mexicanos, reducir la llegada de fentanilo a su país, proceder “de inmediato” a las deportaciones de indocumentados y anticipar que prácticamente se meterá con quien sea y de la forma que sea (legal o no) a combatir traficantes, habrá que imaginar lo que nos espera en el futuro inmediato.
Perdón por la expresión, pero casi bastó el chasquido de dedos para que de inmediato se ejecutara la orden presidencial de enviar 10 mil elementos de la Guardia Nacional mexicana a “cuidar” todo el espacio fronterizo con el vecino país, lo que en realidad es casi la mitad de los que envió en su momento López Obrador por similar actitud de Trump ya en los tiempos finales de su primera gestión. Y es que también debemos reconocer que en ello México no ha realizado su labor que debería ser realizada de manera continuada. Obligados, pero ahora debemos realizarla. ¿Y la frontera sur? Sigue la postura un tanto laxa de dar acceso a las caravanas migrantes provenientes de Centroamérica, Sudamérica, el Caribe y otras naciones, para usar a México de escalón en su viaje a Estados Unidos. ¿Algo hicieron gente como Garduño? ¿Hizo algo López Obrador para impedirlo y de menos poner orden? Nada, absolutamente nada. No queda hoy sino pagar los platos rotos de tanta ineptitud y desatino.
Y es aquí donde pensamos si, en el fondo y aunque presionada por el estado de cosas, la presidenta Sheinbaum empezará a deslindarse, a tomar un rumbo propio en aspectos cruciales para la nación. ¿Vamos a esperar que Estados Unidos ponga sus operativos militares a fin de capturar o de plano eliminar a los cabecillas del narco organizado de México? El señalamiento de que el gobierno mexicano tiene una “intolerable” vinculación con el narco es desde luego inaceptable. Pero lo cierto es que no se ha demostrado, o muy poco, lo contrario. Apenas hace días que un avión Boeing para espionaje de la Fuerza Aérea de Estados Unidos cruzó la frontera y recorrió, cuidando el aspecto de los límites de las aguas internacionales, nada menos que nuestro Golfo de California, donde precisamente se encuentran los principales grupos criminales del Pacífico. ¿Estarán preparando ya una acometida contra los cárteles, tal vez a través de militares mercenarios? Y todo por la actitud pasiva de un régimen que se muestra hasta complaciente con el hampa. Y la declaración de “terroristas” a los narcotraficantes es un agregado mediante el cual, de acuerdo con sus leyes, los vecinos están en posibilidad de romper la soberanía de cualquier nación para efectuar operaciones de limpieza de esos grupos cuando les plazca. Ahora hasta Canadá se suma a ese concepto.
Hay pues mucho que advertir sobre todo lo que el fenómeno Trump está causando en nuestro país. Envolverse en la bandera soberana no sirve de mucho para lanzarse y estrellarse en el suelo. Mientras, el tema migrante se agrava, al punto de que no tarda en provocar un estallamiento mucho más significativo, incluso para ambos países. De manera que, si se ve, cuatro semanas que tan magnánimamente le concedió Trump a Sheinbaum no son precisamente para festinarse. Nos llama a hacer conciencia de que también hay que hacer mucho por nosotros mismos y mucho lo que un gobierno tras otro han dejado de hacer. Sólo pensamos que, después de todo esto, aún podamos retomar caminos si es posible, y proseguir en la ruta del mejor futuro.