A la presidenta Claudia Sheinbaum le tocó un fuerte temporal del cual no ha podido escapar sin salir salpicada aún sin merecerlo, quizá. Y vaya que le ha estado tupiendo por motivos que ella jamás pensó, ya que en su entender su mandato, apoyado por la Legislatura federal, por la gran mayoría de gobiernos del país, próximamente por el Poder Judicial que todo pinta, quedará a sus pies y, sobre todo, por quien fue su guía a quien hoy le parecerá más cómodo desde su aparente exilio seguir ejerciendo el poder y continuar con sus propios proyectos. La presidenta, hay que reconocerlo, llegó en momentos a levantar expectativas ya que se deseaba que, luego de un sexenio con turbulencias y errores fatídicos, asumiría su propio papel para imprimir un sello propio. Ya con la mira del cumplimiento del primer año, hasta ahora solo destellos con la esperanza de que las cosas cambiarán, para no terminar como una copia del anterior sexenio.
Lo más grave es que esta situación se convierta en repetición de lo comprobadamente malo que se hizo o se dejó de hacer. Además, la presidenta sigue lineamientos equivocados, como lo es su abierto pleito con el abogado de ¡Ovidio Guzmán!, cuando la sensatez sería no actuar y dejar las acusaciones deslizarse y acabarse por sí solas. Ya casi convertido en novela, el choque entre Sheinbaum y quien defiende a un narcotraficante. Así está la cosa, con una desproporción gestada en las mentes brillantes de sus asesores, para llevarla a un tú por tú, hágame usted favor, que le lleva por el camino de una demanda que de seguro no tiene más destino que el basurero. Todos sabíamos que la aceptación de culpabilidad constituía la vía por la que el delincuente se convertiría en una especie de testigo protegido, con todos los favores que ello implica en el sistema judicial norteamericano. Entonces, ¿de qué se extrañan ahora que los primeros balbuceos de esa postura de Ovidio sean, seguramente, solo el principio de cosas mucho más graves que seguramente dirá él o sus abogados?
Lo peor: Donald Trump está tomando nota de todo y naturalmente está mejor enterado de lo que aquí sucede. Las afirmaciones de que el “la presidenta de México actúa como publirrelacionista de cárteles” no dejan de ser lo que son, una perorata, una frase lanzada al aire que nunca debió haber sido “cachada” por la presidenta en la forma que lo hizo. Pero Trump, que ahora tiene con Ovidio y luego con los demás capturados, reúne armas suficientes para seguir atacando a nuestro país y no se dude de que de ello partió la iniciativa para retomar el rumbo de los aranceles -su arma estratégica favorita- y amagar a México con un 30 por ciento para el ya cercano 1 de agosto. Su razón o argumento no es otro que aquí no se ha hecho lo suficiente para combatir a las organizaciones criminales que siguen llevando fentanilo a los Estados Unidos.
No se puede negar la importancia de las acciones de Omar García Harfuch. Ciertamente está haciendo lo que presumía López Obrador pero que en los hechos estuvo lejos de conseguir: la erradicación del huachicol. Y otras detenciones que, sin embargo, no van directamente contra los cabecillas del narco. Para el anterior presidente la política de seguridad no era tanto las de abrazos no balazos. Lo que verdaderamente era fácil para él era llevar, como se dice, la fiesta en paz. Sin embargo, eso de dejar a las mafias hacer y deshacer a su antojo con tal de vivir una paz -que nunca se dio como tal-, en que podría presumir que no había problema alguno. Ahora, Sheinbaum parece seguir con la misma receta. Niega todo y hasta -grave error-, va hasta a Sinaloa a apoyar al gobernador Rubén Rocha Moya, cuestionado principalmente por dejar paso libre al cártel predominante en esa entidad y que derivó en la guerra sangrienta entre las facciones del “Chapo” y de Zambada. AMLO en su momento dio esa pauta al soltar a Ovidio para evitar una “masacre”. De cualquier modo, esta se sigue dando mientras que esa entidad se hunde más cada día.
Y mejor no hablar ya de la situación en Tabasco, acentuada por un líder criminal al que el hoy senador Adán Augusto López tuvo y sostuvo como titular de seguridad estatal. Creemos que la presidenta está cargando con muchas culpas ajenas, pero a la vez lamentamos que no se sacuda tanto lastre y termine de asumir como auténtica Jefa de Nación (no sólo de su partido), que siga tolerando a su mentor al pie de la letra y que prefiera, tristemente estar contra la pared aquí, ante Trump y ante los ojos de todo el mundo.