Política

Candidatos independientes a contramarea

Al abrir la posibilidad de candidaturas independientes, los legisladores partidistas no parecen haber tomado muy en serio la iniciativa aunque, por si acaso, se esmeraron y mucho en poner toda clase de obstáculos para que quien busque ir tras un cargo de elección popular, libre de las ataduras y líneas de un organismo político establecido, se las vea “negras” y no cuente con elementos equitativos para competir.

Así se marcaron las reglas del juego para estos aspirantes y de ahí que desde un principio no se haya visto muy clara la viabilidad de que, efectivamente, el camino de la independencia sea por lo menos de un nivel razonable de posibilidad no solamente para competir sino para ganar. Los “candados” impuestos son, de esta manera, un factor que pesará y mucho para que los candidatos independientes, por cierto en número demasiado reducido por los requisitos impuestos, lleguen a feliz meta.

Claro que los políticos desde sus atalayas partidistas festinan tales candidaturas como si hubieran hecho la gran concesión a la democracia y uno de sus argumentos es que al menos en siete décadas no se había permitido tal figura dentro del esquema electoral mexicano. Sería pues de reconocerse, piensan ellos, que le hayan abierto esa pequeña, casi ridícula rendija a los que osan caminar sin el abanderamiento de los colores de siempre o de los nuevos colores que más bien parecen coyuntura del momento.

Sin embargo, no hay duda de que quienes sí toman en serio la cuestión son los propios ciudadanos y lo hacen, con todo y esta incipiente etapa, más que nada por ese hartazgo de que sean los partidos los que sigan controlando al país y poniendo en evidencia que no son más que una estructura de pesos y contrapesos en la repartición del poder. Bastante cansada está la población al grado que los indicadores procedentes de las encuestas marquen porcentajes bastante elevados de quienes están inciertos para escoger o, de plano, de los que se sumarán sin duda a las filas del abstencionismo o de la anulación del voto.

Por ello, las candidaturas independientes representan algo extraordinariamente trascendente: la determinación ciudadana, cada vez más manifiesta, de que lo que cuentan son las personas y ya no tanto los partidos que han hecho hasta lo indecible por desprestigiarse a sí mismos y de provocar una constante decepción colectiva apenas asumen los distintos cargos públicos. Es decir, está visto que para el sufragante será cada vez más valiosa la identidad personal, sus verdaderas cualidades y calidad individual, que el hecho de estar respaldado por un partido.

Y a pesar de que se puede decir que la participación de los candidatos independientes es todavía casi tímida, ya hay casos que han despertado bastante inquietud en los propios partidos. Entre ellos, desde luego, está el caso del aspirante a la gubernatura de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, a quien apodan El Bronco o El Botas, que prácticamente reúne voluntades al punto de estar bastante cerca de lograr su propósito. No obstante, a Rodríguez Calderón no le asisten los atributos plenos para calificarlo de verdaderamente “independiente”, máxime que tuvo una larga trayectoria, de más de treinta años, como miembro de un partido por el que consiguió no uno sino varios puestos públicos. Claro, quizá por las incidencias personales que ha sufrido por su actitud ante la delincuencia organizada y otras razones, es que ahora está, sin partido pero con la solidaridad de varios partidos, en la antesala de hacer historia en la vida política de México.

Pero en Jalisco también se da particularmente un ejemplo de la auténtica naturaleza que debe tener una candidatura independiente, la de un joven universitario que de líder estudiantil se ha lanzado con una plataforma encomiable y de profundo espíritu social, en busca de una diputación local. Se trata de Pedro Kumamoto Aguilar.

Quienes han tenido la suerte de encontrarlo en campaña o a algunos de sus entusiastas seguidores en la vía pública, con la modestia más increíble de recursos promocionales, no tienen duda de que Kumamoto lleva con él algo o mucho de lo que todos los ciudadanos quisieran ser y tener. La honradez con la que se maneja, la sencillez que es tan ajena a las campañas de desgaste y fuerza de los contendientes comunes, una buena preparación académica, objetivos claros y propuestas aterrizadas al contexto del distrito, levantan el ánimo, el anhelo de que no todo está perdido a pesar de la habitual forma de hacer política, del cieno en el que se hunden los contendientes en sus mutuos ataques, de las promesas vacías y del casi invariable olvido de quienes jamás regresan a devolver a los ciudadanos algo de todo lo que obtuvieron al sacarle un voto.

En otro parámetro al del regiomontano, Kumamoto da signos más que importantes de que su participación está lejos de ser simbólica. Recientes sondeos, quizá los últimos de la campaña, muestran que en un distrito históricamente panista, ya lleva más voluntades que las acostumbradas de este considerado bastión blanquiazul. Quizá sea una elección bastante dividida ya que la lucha entre PRI y MC se está llevando a todos los terrenos pero, cualquiera que sea el resultado, Kumamoto se alzará con una de dos victorias, la puramente moral que será un ejemplo digno a seguir de los que aspiran al genuino servicio público o, quizá, la electoral, que sería un parteaguas en la política de Jalisco.

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Miguel Zárate Hernández
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