La transformación en los sistemas de partidos políticos es un fenómeno global y no exclusivo de México. Esto nos da la posibilidad de aprender de la experiencia internacional y atrevernos a aportar desde nuestro país nuevas alternativas a este dilema de nuestro tiempo:
como generar formas de representación efectivas de los ciudadanos.
Veamos el caso español. Dos partidos tradicionales han gobernado España en los últimos 40 años. El Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), los cuales han experimentado en los últimos años el hartazgo de los electores que no se sienten representados por sus opciones de derecha o de izquierda, y han visto emerger movimientos que en pocos años han modificado el mapa electoral de España.
“Ciudadanos” y “Podemos” son las manifestaciones más notables del rechazo a los partidos tradicionales, pero también en cientos de municipios comenzando por Barcelona y Madrid han sido movimientos locales y no partidos los que han llegado al poder en los últimos años.
Esto llevó a España a una crisis política que comienza en 2016 cuando tras las elecciones parlamentarias que llevarían a los representantes a nombrar un nuevo presidente, ningún partido o alianza logró la mayoría necesaria para conformar un gobierno de coalición.
Por días España no tenía Presidente acorde a la legislación española que es una Monarquía Parlamentaria.
Conflictos internos del PSOE terminaron por permitir que el Mariano Rajoy del PP consiguiera la mayoría necesaria para formar gobierno por un segundo periodo. Sin embargo la misma dispersión de las fuerzas políticas entre partidos y movimientos terminó por provocar su destitución en Junio pasado.
Hoy, el partido más viejo de España, el PSOE recupera el gobierno e impulsa con Pedro Sánchez desde el poder las demandas ciudadanas de representación y combate a la corrupción que dieron origen a la crisis política. Muestran con ello la posibilidad de reinvención que tienen las organizaciones que cuentan con personas sensibles a su tiempo.