El municipio es el nivel de gobierno más cercano al ciudadano, el que mejor conoce sus necesidades y del que las personas más respuestas necesitan, sus recursos sin embargo son escasos, y por ello sus atribuciones son claras en cuanto a la provisión de los servicios públicos.
En el otro extremo, el gobierno federal es el que cuenta con mayores recursos económicos e institucionales, pero a la vez cuenta con la limitante de no conocer de cerca las necesidades de cada lugar, y con ello se corre el riesgo de diseñar soluciones iguales para problemas distintos.
La pobreza no se puede atender igual en Coahuila que en Oaxaca, y mientras en el norte el recurso abundante para la generación de energía es el sol en el sureste es el agua, por poner sólo dos ejemplos.
En medio de estos extremos se encuentran los gobiernos estatales. Hay quien puede verlos como un estorbo para el control y querer que fueran solo una extensión de un gobierno nacional o por otro lado quien podría creer que los gobiernos municipales pudieran gestionar directamente educación, salud o infraestructura de manera independiente lo cual llevaría a tener 2,564 formas de atender cada problemática.
Los gobiernos estatales son fundamentales en un sistema federal como el mexicano, con una extensión territorial tan amplia y una diversidad geográfica, social y cultural como la de nuestro país.
El gobierno estatal tiene funciones irrenunciables en la planeación del desarrollo, rural, urbano y económico, en el ordenamiento ecológico y territorial pero sobre todo en la orientación de las políticas públicas que cada región necesita para aprovechar de una mejor manera los recursos públicos y privados para una mayor calidad de vida.
Por ello la articulación de un gobierno estatal debe abarcar cada dependencia de gobierno, pero también cada sector económico y social, cada región y municipio con todos los actores involucrados para poder ser un gestor efectivo de necesidades y recursos ante una federación que debe delinear políticas más no centralizar decisiones.
