Mirarnos a nosotros mismos es un ejercicio difícil. El intento tiene límites reales. Uno es el recuerdo, a veces incompleto o sesgado por las emociones. Otro límite es el efecto del recuerdo pues como dice el poeta “no quiero acordarme de mí”. Uno más son lograr las condiciones para mantener nuestro cerebro en pausa para entrar “en nosotros” y no en preocupaciones, miedo, ignorancia, ganas de… o distracción. A pesar de todo mirarnos a nosotros mismos es importante, sobre todo para que no nos cuenten o por momentos nos creamos lo que dicen otros de nosotros.
Este mirarnos, también es importante en la dimensión país. Mirar a México es importante para que no nos cuenten de este país. Un mexicano observador del país, pensador de lo observado y escritor de los pensamientos surgidos en él, fue Pablo González Casanova recién iniciado en las travesías en la Vida, esa quien nos espera al fin de esta vida.
Una de esas miradas la plasmo en un libro de indispensable lectura para cualquier mexicano, incluso por quien le puede interesar poco este amado país. Se trata de “La democracia en México” publicado en 1965, 58 años atrás, y con varias ediciones en años posteriores. Lo editó y publicó la editorial Era. Van algunos párrafos muy actuales.
En la página 9 inicia con una ubicación central: “Este estudio no es apologético ni escéptico. No se pretende decir que en México la democracia es un hecho acabado, o lamentar las frustraciones de una “idea universal”. Se trata de comprender un comportamiento extraño – a pesar de ser nuestro – y comprenderlo luchando contra la opacidad, la risa, el juego y el odio políticos, que impiden su comprensión”.
Después de escribir el análisis marxista (Cap. X) y el análisis sociológico (Cap. XI) de la situación del país, ambos brillantes y sencillos de comprender, cierra su texto así: “… que un desarrollo económico constante es el seguro mínimo de la paz pública, y que para lograr estas metas la personalidad del presidente, el carácter técnico del plan, y la democratización del partido son requisitos ineludibles, en un país en que el presidente tiene una extraordinaria concentración de poder… se necesita canalizar la presión popular… y, dejar que hablen y se organicen las voces disidentes para el juego democrático y la solución pacífica de los conflictos.” (Pág. 227) México pide mirar para comprender.