Época de regalos, sonrisas y festejos ayuda a olvidar, así sea por unas horas, pandemias, carencias y molestias públicas y privadas. Luego, ya regresarán los pendientes, las dificultades y las prisas. Las privadas y las públicas, las familiares y las del gobierno, las solubles y las insolubles. Es la magia de una época, corta y casi mundial, en la cual lo que estaba ya no está y con la misma magia, en sentido contrario, vuelva a aparecer.
Este país pide el concurso de todos sus acogidos a él. Desde luego, no para construir un consenso acerca del gobierno, de las iglesias o de la salud, sino para caer en la cuenta del consenso al cual sin darnos cuenta del todo, nos vamos acercando. Por diversas causas y con diferentes palabras cada día más mexicanos caemos en la cuenta de estar preocupados por este país. No hay quien, sin fingir, acepte la maravilla en la cual vivimos hoy nuestra vida social, política y económica. Tal maravilla, si alguna vez, estuvo cerca, hoy cada día se convierte en preocupación y por eso en preguntarnos qué hacer por México.
La esperanza democrática, hoy, está en su punto más delgado. El Estado, esa máquina del tren democrático hoy tose, parece detenerse, vuelve a toser y avanza un poco. Sí, ejercemos el voto para elegir a los responsables de la política, sí, los poderes parecen autónomos. Sí, la atención de la pobreza al menos la suspende por unos días o meses. Y a la vez el Estado cruje, frente al ejercicio cotidiano de la violencia, la migración de propios y extranjeros, la precaria atención a la salud y a la educación, pilares de un Estado democrático justo y libre, necesario para soportar la república.
De esta situación surge el imperativo de olvidar al Estado como la gran ubre capaz de alimentar a todos, negociar todo, aun las vidas, resolver todo mal e instaurar todo bien. Quizá de constatar el cuasi fracaso estatal surja una convicción nacional para renovar el Estado Mexicano. Para ese caso dejar de lado ideologías y cenáculos. Aceptar el fracaso de las acciones ahora fallidas y apuntalar las instituciones del Estado desaparecidas o en degradación y simulación. Aprovechar experiencias y métodos exitosos y articularlos con voluntades fuertes, capaces de trabajar para el futuro y evitar la mezcla de acciones del Estado con negocios particulares o públicos. Así, capaz y México resurge.
Miguel Bazdresch