Aún no es posible, si guardamos las formas y la sustancia, hablar o afirmar de México como un país regido mediante un autoritarismo. Sin embargo, desde hace unos años el gobierno ha tomado decisiones si bien basadas en una cierta interpretación de la ley, el contenido de esas decisiones evidencia una actitud de quien ejerce con exceso su autoridad o abusa de ella. Aún se guardan las formas y al mismo tiempo, ciertas potestades asentadas en la letra se ejercen desde un cierto abuso del significado de esa letra, el cual consiste en sustentar una interpretación exagerada del espíritu de la ley , en especial aquel de la democracia: modo de gobierno “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, y el interprete abrogarse la capacidad de decidir quién es “pueblo” y cuándo está presente.
Por esos excesos no hay modo de calificar de democrática la propuesta, ahora en discusión, de encargar al Ejército Nacional las labores de asegurar la seguridad ciudadana, tarea civil por antonomasia, pues son los mismos ciudadanos quienes molestan a los ciudadanos, y es el gobierno ciudadano quien constituye un cuerpo especializado de policía, y no se pide entregar esa tarea de seguridad a los militares, entrenados para la defensa nacional y dedicados a la formación de la milicia requerida para esa defensa de un país como el nuestro.
El autoritarismo no es solución de los problemas y preocupaciones de un país como el nuestro. Una autoridad capaz de actuar ignorando los modos de la ley, corre peligro de ir más allá de lo conveniente a los valores supremos de las personas humanas. Desde luego, en algún momento puede ser necesario para conseguir un bien inmediato, lastimado en un cierto tiempo y espacio. Un militar, si de pronto se encuentra ante un asalto para dar muerte a alguien, desde luego puede usar su arma legal para tratar de impedirlo. Por otra parte, resulta ilógico pedir a la milicia que acuda a resolver un asalto en una casa de familia. La atención y resolución de esos casos compete a una policía civil, entrenada en criminología, en criminalística y en estrategias para nulificar y reducir un asalto y a los asaltantes.
Algún argumento propone: “Sí, se puede entrenar a los soldados para entender y atender esas situaciones”. Claro, también se puede entrenar a un sociólogo (por poner un ejemplo) para manejar un fusil de alta capacidad de fuego y vivir en un cuartel… pero no es su valor y su preparación universitaria.
Otro argumento dice: “La inclusión de la Guardia Nacional, cuerpo concebido con carácter ciudadano para realizar labores policiales, en colaboración con las policías, especialmente en problemática civil, mejorará sus capacidades si está adscrita a la Defensa Nacional y militarizada a la usanza del Ejército”. A lo cual se puede mostrar las dificultades de operación de esa “conjunción de militares y policías” con una comparación: Equivale a reunir en un solo escenario a todos los deportes que se juegan con pelota. Sí, todos usan la pelota para competir, pero dígale a un futbolista que haga un gol con una pelota de ping pong. O a un tenista pídale meta la pelota en la canasta de basquetbol. Por eso es evidente lo autoritario de la decisión de reunir y militarizar a la Guardia Nacional con el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea.
El autoritarismo no se construye de golpe (salvo Golpe Militar) sino paso a paso, cooptando los espacios de gobierno autónomo ahora ejercido por ciudadanos capaces, por sus estudios, su experiencia y su honradez, de encargarse de, por ejemplo, defender el respeto a los derechos humanos de los ciudadanos por las instituciones de los gobiernos, en tanto ciertas prácticas implican violaciones de la autoridad a los derechos de los ciudadanos. O ciudadanos capaces de encargarse de diseñar y poner en práctica un sistema de protección de datos personales al tiempo de un sistema para conocer los datos de la administración pública. Y otros asuntos, ya decenas, de asuntos.
La obligación de un gobierno es ayudar al pueblo a vivir y convivir con los valores centrales del respeto, el cuidado y la colaboración. Nada fácil, por cierto. Y sí, más difícil si se quiere hacer a espaldas del pueblo. Por eso el remedio a la tentación autoritaria es trabajar por la superación de la pobreza, conseguir con procesos sociales y económicos la configuración de una población capacitada para “ganarse la vida” con educación suficiente, con facilidades para lograr que los ciudadanos y ciudadanas puedan trabajar en actividades remuneradas, solos o en grupo, con la tutela de organismos de gobierno diseñados para evitar fraudes y anomalías legales, y con un futuro colectivo de promesas y cada vez mejor vida. Sueños de opio dirán mis profesores.
Sin embargo, un gobierno obsesionado por el control se olvida del cuidado de su pueblo. Un gobierno capaz de creer en su pueblo se centra en cuidar que su pueblo se eduque para tener capacidad de aprovechar las oportunidades de realización que sociedad y… gobiernos ofrecen a los diferentes grupos de la sociedad. Un gobierno con autoridad, no un autoritarismo disfrazado de gobierno.