A principios de la década de los 90, se anunciaba la creación del Fideicomiso Parque Fundidora, luego del cierre de la planta acerera el 10 de mayo de 1986 debido a los malos manejos y abusos del sindicato minero en sus dos secciones.
El que esto escribe era un incipiente reportero que con esa candidez, cuestionaba a Santiago Clariond cuántos árboles se iban a sembrar en las más de 230 hectáreas de terreno.
Con sorna, el señor Clariond Reyes Retana desacreditó la pregunta de un juvenil periodista delante del resto de mis compañeros.
En ese momento le pareció un mal cuestionamiento, y dijo que no era posible saber a ciencia cierta el total de árboles que se iban a sembrar.
A la distancia insisto que era un punto importante, sobre todo porque se nos vendió la idea de que sería un gran “pulmón urbano”, en lo que antes fueron montones de desechos de fierro y acero.
El tiempo me dio la razón, y no lo digo yo, sino los principales ecologistas que están denunciando que el Parque Fundidora está muy lejos de ser el espacio para lo cual fue creado.
En contraparte, ningún político de los que ahora andan haciendo proselitismo, traen en sus propuestas una agenda ambiental. Tan no están en sus planes, que el tema de las pedreras está fuera de sus campañas.
La contaminación en el área metropolitana es tan grave, que es ya urgente tomar medidas drásticas y nadie quiere agarrar el toro por los cuernos.
Los ciudadanos se preguntan si habrá que esperar a que miles de ancianos y niños se enfermen, o peor aún, mueran por los niveles exagerados de plomo en su sangre o las partículas dañinas en sus pulmones.
No creo estar exagerando con estas afirmaciones, como en su momento tampoco era una mala pregunta que a poco más de 30 años de distancia nadie ha podido responder.