Meses antes de la pandemia (agosto de 2019) circulaba por la avenida Ignacio Zaragoza rumbo a la ciudad de Puebla, cuando de repente escuché un ruido extraño en la llanta delantera derecha donde llevaba un objeto metálico incrustado.
En ese momento desconocía de lo que se trataba, y como pude tomé la lateral para buscar una talachería (vulcanizadora para nosotros los regios), a fin de ver qué estaba sucediendo. Mi compañero Pablo Ruiz y el que esto escribe estábamos ajenos a lo que segundos después ocurriría.
De una motocicleta bajó un tipo con un arma de fuego para exigirnos el dinero y se consumó el asalto ante la vista de muchas personas a plena luz del día, sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. Fue una experiencia que no se le desea a nadie.
Luego del susto comenzamos a revisar la llanta ponchada por un artefacto metálico en forma de estrella, el cual seguramente fue colocado minutos antes por un grupo de limpia vidrios, que seguramente estaban coludidos con los asaltantes.
Es el mismo modus operandi de los delincuentes que poncharon las llantas a cerca de 14 automovilistas por avenidas en los municipios de San Pedro y Monterrey, de acuerdo con la información publicada por mi compañera Cynthia Pardo (milenio.com 25/08/2022).
A reserva de las investigaciones de la Policía, sospecho que se trata de criminales originarios de otro estado, porque en el centro del país (CdMx, Edomex, Puebla e Hidalgo), ese tipo de delitos son comunes desde hace algunos años.
De igual manera, también desde hace tiempo, en aquellas entidades abundan los llamados montachoques, que aprovechan la confusión vial para inventar un accidente del cual buscan sacar provecho exigiendo cantidades de dinero, y evitar la llegada de los agentes de Tránsito.
Por lo regular andan de dos a tres sujetos en vehículos y eligen a sus víctimas. De preferencia buscan mujeres solas o acompañadas de sus hijos, por ser más vulnerables, y hasta las agreden verbalmente para intimidarlas. El problema para los ciudadanos es que a veces le tenemos más miedo a los policías que a los propios criminales y así no puede.
Miguel Ángel Vargas