Me parece que la manera en la que salió de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el otrora poderoso ministro Manuel Medina Mora fue de alguna manera decorosa, pues pudo ser más escandalosa si el gobierno federal hubiera procedido con una orden de aprehensión además de la exhibida pública, como fueron los casos de Rosario Robles y Juan Collado, de quienes se aseguraron que permanecieran tras las rejas, lo que habla de una aplicación selectiva de la justicia.
No tengo la menor duda que la Unidad de Inteligencia Financiera que dirige Santiago Nieto tiene información suficiente de los beneficios económicos de Medina Mora, fuera de toda lógica respecto a su ingreso, y demuestra hoy que el grupo compuesto por el ministro, quien tenía una estrecha relación con los personajes hoy en prisión, y el ex presidente Peña Nieto son el blanco de las acciones de la autoridad.
Tal vez alguien pensó que era suficiente el declive anímico del también ex procurador general de la República tras la pérdida de su esposa este año y que ponerlo fuera circulación para quitarse de encima a otro personaje identificado con “la mafia del poder” que por lo visto hoy ha pasado a la historia.
La renuncia permitirá abrir espacio en la Suprema Corte de Justicia a un ministro más que bien podría ser afín a los intereses del gobierno en turno, lo que hablaría tristemente de la insistencia de todos los partidos que han pisado la presidencia en dejar de lado la separación de poderes, llegando a un punto en que todo lo legal, no necesariamente es lo justo, con la ley en la mano también se hacen injusticias.
Para la anécdota
Antier, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se encargó de sepultar el antojo de algunos senadores de desaparecer los poderes en tres estados, entre ellos Guanajuato, nomás porque se les antojó. Ayer el coordinador de la fracción de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, se encargó de ponerle la lápida al asunto tras asegurar que se emitirá un punto de acuerdo para que el asunto quede como meramente anecdótico.
Así, como lo diría el gobernador, es la crónica de una muerte anunciada de una iniciativa por demás estúpida que no abonaba nada a la vida democrática del país y que por cierto, deja mal paradas a dos senadoras con aspiraciones en el estado de Guanajuato.
