Se acaba el tiempo y creo que la presente administración federal pasará a la historia por muchas cosas, pero en especial por no cumplir la promesa más importante que se hizo desde el inicio de su campaña electoral, sacar a México de la violencia que se cierne con más furia que en el 2018.
Esta fue una inacción, que se convierte en la gran oportunidad para quien llegue al relevo en 2024, y digo gran oportunidad pues quien logre pacificar al país y llevarlo a una ruta de prosperidad sin violencia tiene garantizados los proceso electorales venideros.
Pero también pasará a la historia por ser quien buscó sofocar hasta su extinción los contrapesos del poder, empezando por los organismos autónomos en su búsqueda del poder absoluto sin oportunidad de escrutinio y sin rendir cuentas, y por otro el emprender la misma acción hacia el único poder que frena su avaricia, el Poder Judicial, pues queda claro que el Legislativo es ventanilla de trámite para aprobar todo lo que pida.
Por fortuna no cuenta con mayoría calificada de otro modo estaríamos hablando de una derrota total de la democracia, desafortunadamente, tampoco puedo reconocer de todo el trabajo de la oposición, pues los partidos en el poder, los grupos en el poder se olvidan de las prioridades y se ven igualmente tentados de ejercer el absolutismo casi monárquico.
Obras faraónicas de dudosa utilidad, no digo que del todo malas, pero tampoco lo que los mexicanos esperábamos, escasa inversión en infraestructura que beneficie a mayorías, y un deficiente sistema de rendición de cuentas, sumado a una habilidad para saltarse la ley nos dejará un boquete financiero inimaginado que sólo se develará si un partido de oposición llega al poder, claro siempre y cuando no subsista como ahorita un pacto de no sometimiento a juicio. Por aquello de las dudas.
Lástima, la memoria de la mayoría sufre reset cada tres años.
