¿Si el otro lo hace yo por qué no? parece ser la consigna diaria que nos lleva a envilecer un acto público que debería ser una competencia abierta, libre y sin corrupción como es el ejercicio de la política y las campañas electorales.
Aquí nadie se salva, no hay gobierno de ningún partido político y en ninguno de los tres niveles que no ande al filo de la navaja usando recursos públicos, apoyo poco claro y aprovechando el aparato burocrático para competir, en el caso de los aspirantes a cargos de elección popular especial en el Poder Ejecutivo que vienen o se encuentran en este momento en el poder.
Vemos por todos lados el uso del aparato gubernamental disfrazado de programas sociales o de apoyo a los ciudadanos al servicio de precandidatos que por cierto, en un hecho sin precedentes en el país, ya andan en campaña un año antes siquiera que inicie el año electoral. Este es un tema que tenemos que poner sobre la balanza pues, si sin empacho TODOS pasan por alto la ley, no hay esperanza alguna en la clase política gobernante de ningún partido.
Claro, nadie se atreve a hacer la diferencia por una simple y sencilla razón, ven en la honestidad y mantenerse al margen de estas viejas y nefastas prácticas una desventaja frente al adversario, cuando el simple hecho de hacer bien el trabajo y rendir buenas cuentas debiera ser suficiente para evitar regalar dinero del erario para comprar voluntades como hoy se hace con un descaro total.
“Ay, señito, si me salgo dejo de recibir mis quinientos pesos por afiliado”, me comentó en una plática una amiga al compartir una charla previa que sostuvo con su empleada de trabajo doméstico, cuando le comentó el método mediante el cual estaban fichando militantes en un partido político.
Y así hoy nadamos entre tarjetas de mil colores con gobiernos que se inventan programas para regalar el dinero que otros generan, sólo para la compra de votos y lealtades con el eterno “si me voy, te lo van a quitar”. Con esa marrullería abren la chequera, y no niego que hay necesidad, pero sueño con un país en el que las necesidades se suplen de otra manera y no cada que hay campañas electorales.