Han pasado casi dos meses desde que iniciaron las campañas y justo antes del arranque escuchábamos de los aspirantes la promesa de una contienda de altura, cosa que me llevó a pensar que habría dignidad, propuestas y nada de guerra sucia, lo que no sabíamos es que estarían a la altura, pero del suelo.
No hay diferencia sean candidatas mujeres u hombres o identificados con cualquier género, parece ser que la escuela del agravio, de las declaraciones infundadas, de las propuestas vagas y de la campaña negra sigue inundando cada proceso electoral, en donde empieza a quedar claro que quienes están detrás de los aspirantes sólo piensan en mantenerse en el poder a toda costa, sin importar si en lugar de incentivar la participación ciudadana lo que hacen es aumentar la brecha del abstencionismo empeñandose en presentar lo peor del contrincante dejando el mensaje de: votemos no por el mejor sino por el menos malo.
Realmente tenía la confianza de que al haber mayor participación de las mujeres habría una percepción diferente de la contienda, no ha sido así, porque la guerra sucia de baja intensidad en donde no importa meterse incluso en temas personales está terminando por manchar de una manera desagradable e histórica un proceso electoral que debería ser diferente. Y no estoy culpando a las candidatas mujeres de esto sino a quienes se encargan de las “estrategias” de campaña, quienes se empeñan en destruir imágenes para presentar a sus jefes como “la mejor opción”.
Debemos empezar a pensar en rehacer la forma en la que se hace política en México, estoy convencido que estamos preparados para dejar de lado la guerra electoral para pasar a una competencia sana, fair play de primer mundo, que pueda compararse como las más limpia de las competencias olímpicas en donde se reconoce al mejor y no al menos peor. Tal vez estoy pidiendo mucho pero deberíamos de caminar hacia esa senda pues quien se presta al juego sucio en la contienda difícilmente se alejará de esa práctica al momento de gobernar.
De este modo nos queda claro que el género o la identidad de género no son factor de diferencia, el factor deberá venir de la conciencia y educación de quienes deciden entrar al juego de la política, respetando reglas básicas con el compromiso de al final respetar la ley.
