El desarrollo de cualquier región —ya sea un municipio, estado o país— no es el resultado del esfuerzo aislado. Al contrario, exige que empresarios, ciudadanos y gobierno estén a la altura de las circunstancias, especialmente en momentos clave como los que se avecinan para el estado de Hidalgo.
He vivido en varias entidades federativas y he sido testigo de cómo las sociedades que no supieron enfrentar los desafíos terminaron sucumbiendo ante retos que abarcaron desde el desarrollo urbano hasta la violencia generada por grupos criminales. Es crucial recordar que el progreso, si bien trae beneficios, también puede ser aprovechado por la delincuencia.
Recuerdo a un ex gobernador que, al ser cuestionado sobre la inseguridad en su estado, respondió que era un asunto del secretario de seguridad, mientras él solo se encargaba de promover inversiones. Poco después, en ese mismo estado, surgió un cártel local con gran fuerza.
Mejores vías de comunicación, un aumento en el ingreso y una mejor calidad de vida son, paradójicamente, elementos que pueden favorecer el crecimiento de negocios ilícitos. Por ello, ahora que la economía del estado comienza a dinamizarse y se avecina una ola de inversiones tanto del sector público como privado, es imperativo empezar a blindar a Hidalgo contra la delincuencia.
Este crecimiento económico, la ejecución de obras y la llegada de nuevas inversiones —especialmente de empresas transnacionales— también traerán consigo un notable aumento de la población. Esto, a su vez, generará una mayor demanda de mejoras en la movilidad, los servicios públicos y la infraestructura de calidad, elementos esenciales para el desarrollo integral de los habitantes.
Es fundamental que todos comprendamos que este auge exigirá una mejora sustancial en los servicios y nos brindará la oportunidad de aspirar a la calidad de vida de una región del primer mundo. El éxito dependerá de la capacidad de gestión del gobierno y de nuestra habilidad como ciudadanos para aprovechar esta coyuntura a nuestro favor.
En Hidalgo, es el momento de un cambio de chip. Es hora de que todos los actores de la sociedad se unan para asegurar que este progreso se traduzca en bienestar y seguridad para todos.