Aprovechando una conversación con estudiosos de experiencias relevantes en el mundo, me compartieron algo de lo realizado por Lula Da Silva en Brasil. Afirmaba desde el principio de su gobierno: “los ricos también se benefician cuando los pobres dejan de serlo”. Sí y solo sí se evitan dejar los bienes de la nación en manos de intermediarios. Nos podrían decir por ejemplo en el Estado de México ¿cuánto se paga por los servicios bancarios de las miles de tarjetas rosa que distribuye el gobierno mexiquense?
Otro de los aspectos de conciencia colectiva principalmente de quienes más atesoran la riqueza: ¿Cuántos de los ricos y muy ricos, y de funcionarios del gobierno, desconocen la realidad de los lugares y hogares más pobres del Estado, para no ir más lejos en el país, por ejemplo en Chimalhuacán, Tejupilco, Luvianos, Naucalpan, Tlalnepantla, La Paz, y a las orillas de Toluca, Metepec, Almoloya de Juárez y demás, donde los pobres no se quejan, porque sobreviven en el silencio, pero la realidad nos guste o no, ahí está, terca como es, inocultable.
Donde las familias sobreviven con unos pocos alimentos y algunos días con menos, donde los niños se resignan frente a la desesperación de los padres. Para eso se requieren más políticas sociales y de redistribución de la riqueza, junto con mejora de escolaridad y salud, que hagan notar el cambio para lograr la erradicación de la pobreza crónica.
Esas son las decisiones que cuentan y fueron parte del III Informe Presidencial del pasado 1 de diciembre. Los resultados aún no se perciben claramente en las estadísticas de evaluación, pero sí en el bolsillo de miles de familias, quienes ven una esperanza para reivindicar su condición de mexicanos.
Para ello es indispensable mejorar los registros de beneficiarios y hacerlos transparentes, así como de los resultados de las subvenciones. Estamos en plena etapa de informes de gobiernos municipales en los que valdría revisar si aparece algo de estos resultados. Y simultáneamente la rendición de la protesta constitucional de los ayuntamientos entrantes, que como casi cada tres años recibirán pesada carga de compromisos y retos pendientes.
Y al final, pero relevante, falta impulsar más la educación, como rubricaba José Vasconcelos: los mejores profesores a las zonas más pobres. La pregunta es ¿y quieren ir allá de los buenos profesores? Los logros educativos pueden mejorar por las becas del gobierno federal que pueden impedir a los alumnos pobres abandonar la escuela por falta de dinero.
Es nuestra lucha social para erradicar la pobreza, aunque tardemos décadas. Para que triunfe la esperanza sobre la experiencia.
Mauricio Valdés