Dos asaltantes suben a una combi y uno de ellos, sin correr riesgo, sin que se vea amenazado, dispara sobre uno de los pasajeros, y continúa ejecutando el atraco mientras blande una pistola. Lo que quiere el homicida cuando dispara es asentar el poder que le da el arma a fin de paralizar al resto de las víctimas. Quiere mostrar que está dispuesto a matar y que no dejará espacio a la más mínima posibilidad de ser atacado y eventualmente linchado.
El joven agredido tenía 25 años y que murió mientras era trasladado al hospital.
Es inimaginable el dolor de sus familiares al enterarse de que su hijo, su hermano o quizá su padre ha sido asesinado de forma artera, dolosa, sin haber dado motivo, sin haber siquiera intentado defenderse del asalto. Simplemente fue víctima del miedo de un delincuente, de la alevosa ventaja de un asesino.
Por ello no debe sorprender la indignación de la población en general ni, en su caso, la furia que descargan sobre los criminales aquellos que tienen ocasión de desarmarlos y someterlos. Entonces caen sobre el sujeto toda la impotencia y la ira contenidas. Son tan evidentes los motivos, que se puede llegar a respaldar y hasta celebrar estos actos de justicia por propia mano.
Pero este camino siempre resulta contraproducente por la espiral de violencia en la que puede envolvernos a todos.
La única opción es la ley, como parece ocurrir en este caso. Detenido el presunto agresor, ojalá tenga un juicio justo y expedito y si es culpable se le sancione ejemplarmente. El fortalecimiento del Estado de derecho, y no el linchamiento, es la vía correcta. Aunque nos cueste un gran esfuerzo y lleve años y décadas.
Pero hay que empezar ya, ahora mismo, porque la inseguridad en el transporte público en algunas rutas del Estado de México lastima y afecta a millones de personas.
Los delitos que se cometen en unidades de transporte público aumentaron hasta 300 por ciento en algunos municipios del Edomex, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública entre 2015 y 2018, y tan siguen al alza, que 90 por ciento de los usuarios se sienten inseguros en combis y microbuses en la zona conurbada del Valle de México (Encuesta de Buendía y Asociados, 2019).
Quizá por no ser un “delito de alto impacto” el atraco en el transporte público no abunda en discursos, pero su recurrencia y su crecimiento, así como el aumento de su violencia asociada, hacen que sea una pesadilla para los usuarios, sobre todo para quienes pasan varias horas al día en sus unidades, una pesadilla que puede desembocar en una tragedia irremediable.
Todas las autoridades concurrentes deberían ser sensibles a ello y abocarse a terminar con esta angustia diaria y de altísimo riesgo cotidiano. Es inadmisible que millones de personas, tanto los usuarios como sus familias, padezcan este temor todos los días, y más inaceptable aún es que, valientes, estoicas, resignadas, lo asuman ya como parte de sus vidas. Inaceptable.
@mfarahg
*Secretario general de Servicios Administrativos del Senado y especialista en derechos humanos.