Día Internacional del Migrante
Las personas migrantes irregulares, especialmente las que van en tránsito, son desde hace décadas las más vulnerables entre las vulnerables.
En esa condición las encontró la pandemia: en movimiento, como siempre, y en rutas clandestinas o extremadamente difíciles.
Así es que cuando el mundo se detuvo ante la primera ola del covid-19, los migrantes en tránsito supieron de unas medidas de protección que ellos no podían gozar ni cumplir.
Si se trataba de confinamiento doméstico... ¿podían los centroamericanos devueltos por Estados Unidos a las entidades fronterizas de México “quedarse en casa”? ¿Podían hacerlo los 9 mil afganos que salían cada día de Irán en busca de un retorno precipitado, sin empleo y con hambre? ¿Podían los africanos a los que marzo sorprendió en el norte de Marruecos a punto de mal embarcarse hacia Europa? No, el confinamiento, la restricción temporal a la que recurrieron la mayoría de los países, no era para ellos.
Tampoco lo eran las medidas de prevención como el aseo de manos y la sana distancia, porque la mayoría de los migrantes en movimiento no tienen acceso al aseo frecuente ni al agua potable, y los que están asegurados o en custodia permanecen en condiciones de hacinamiento.
En su carácter de caminantes, o de navegantes siempre al borde del naufragio, se enfrentaron también a las medidas que muchos estados adoptaron. Las declaraciones de emergencia los sorprendieron mientras daban un paso que ya no pudieron terminar, porque no podían seguir moviéndose en un mundo que se había detenido, y tampoco tenían dónde quedarse.
Todas estas circunstancias aumentaron sus probabilidades de contagio: el cierre de fronteras, la paralización de las economías fronterizas, el no tener un lugar dónde estar, el hacinamiento en los centros de detención, la espera larga para presentar o resolver su petición de refugio, y las magras condiciones de alimentación, aseo y seguridad, entre otras dificultades.
Nunca llegaremos a saber cuántas personas migrantes fueron víctimas de esta pandemia, pues la propia Organización Mundial para las Migraciones, que en julio había documentado mil 200 fallecimientos, afirmaba que seguramente eran muchas más. Y lo son, porque los medios calculaban en mil 400 los migrantes muertos por covid solo en Estados Unidos.
Sí, la pandemia nos ha golpeado a todos, pero la padecen más los que la resienten como pesada losa sobre sus hombros y sueños mientras tratan de avanzar hacia la sobrevivencia.
Manuela Tomai, directora del Departamento de Condiciones de Trabajo e Igualdad de la OIT, resumió la circunstancia migrante en tiempos de pandemia como “una crisis dentro de otra crisis”.
El Banco Interamericano de Desarrollo lo dice de otra forma: “Estamos navegando la misma tormenta, pero en botes desiguales, y los migrantes están en el más frágil”.
Sí, como siempre, infortunadamente.
*Secretario general de Servicios Administrativos del Senado y especialista en derechos humanos.