La ultraderecha en el mundo tiene, y ha tenido a través de la historia, un común denominador. Independientemente de dónde se encuentren, todas estas corrientes políticas tienen este rasgo. Todos, absolutamente todos, atienden intereses de la élite económica (menos del 1% de la población) y se empeñan en engañar al 99% restante.
La candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez, es el resultado de una alianza por conveniencia que se hizo entre partidos supuestamente contrarios. La realidad que todos los mexicanos vimos en la “falsa alternancia” del poder en el año 2000 fue que los dos partidos mayoritarios, PAN y PRI, continuaron (desde 1988 ya estaban aliados de facto) utilizando el poder para enriquecerse y apoyar a las empresas que los patrocinan.
Claro quedó que el cambio de poder del PRI al PAN en 2000, luego del PAN al PRI de nuevo en 2012, no hubo cambio alguno en la dinámica política. Y lo que el presidente López Obrador ha venido diciendo por más de 30 años respecto a que PRI y PAN son lo mismo se comprueba con la unión pública de estos partidos.
Vicente Fox, el presidente más ignorante e incompetente que hemos tenido, guarda amplias similitudes con la candidata actual de esta alianza entre PRI y PAN (y el PRD, partido que ya es un cero a la izquierda). Ambos tienen un estilo atrabancado y teatral, cómo olvidar el “¡hoy, hoy, hoy!” de Fox instando a debatir el mismo día. Ahora Xóchitl, asesorada por Maximiliano Cortázar (el mismo estratega político que usó Felipe Calderón para gestar la guerra sucia contra López Obrador en 2006), sale a retar a Claudia Sheinbaum a debatir en dos días.
Xóchitl, al igual que Fox, desprecian a la gente de bajos recursos que no han tenido las oportunidades para desarrollarse. Denigran diciéndoles “ninis”, “mantenidos”, “huevones” y muchos más adjetivos desagradables. Nunca aceptarán que el privilegio en el que nacieron que les permitió comer, estudiar y desarrollarse, es lo que marcó la diferencia entre sus vidas y las personas que están en el decil más pobre de nuestro país. Ambos desprecian las políticas sociales.
A pesar de estas similitudes, hay una gran diferencia en los tiempos que le están tocando a Xóchitl y los de Fox. El pueblo de México ya está muy informado y politizado, ya no se va ir con el engaño. El histrionismo y teatralidad que está empleando Xóchitl para nada le va a servir, va a perder las elecciones por muy amplio margen. La gente no quiere teatro.
Las elecciones de este año, las más grandes hasta el momento, marcarán un hito en nuestro país. Un golpe de timón después de muchas décadas de dinámicas corruptas no ha sido fácil, pero se está avanzando en la dirección correcta. La transformación continuará.