Las campañas políticas, en cualquier lugar, cuentan con cierta permisividad hacia lo falso. Cuando el gobierno de un país se niega a entender que los códigos cambian con su cargo y ya no tiene las licencias del proselitismo, el país se transforma en un engaño constante.
Todo gobierno se torna antidemocrático y sus funcionarios antipolíticos al creer sus propias mentiras.
El ejercicio revocatorio sustituyó los objetos del discurso político. La violencia, la economía o la educación se diluyen en el espectro identitario que anuncia la élite burocrática. Siguiendo los caminos del peronismo más burdo refrendan su vocación insular, hacen del apellido mandante un todo que anula el conjunto de la vida pública. Por encima de tragedias importa la identificación obradorista; la llaman, se enorgullecen del vacío y en su nombre replican las formas de quien deja el mundo atrás. Conjugan una realidad sin verdad, imposibilitados a ver que no existen disociadas.
Palacio y sus simpatizantes acusan de intrascendentes a su oposición —que aún lo es—, mientras le adjudican la capacidad de convencer al ochenta por ciento del electorado para no ir a las urnas. ¿No se dan cuenta de lo endeble en su argumento?
La disociación del discurso oficial con la realidad y códigos democráticos se pierde en los fraseos recurrentes de la voz presidencial, al margen incluso de los pronunciamientos de su aparato.
La Secretaría de Gobernación agradece al Comité de Naciones Unidas contra la Desaparición por su informe sobre la situación en México, y el Presidente los acusa de no apegarse a la verdad a pesar de que su trabajo se sustenta en información que les entregó su mismo gobierno. El parloteo identitario les reclama que ningún organismo internacional nos pondrá en el banquillo de los acusados. Simplonería dicharachera. Es evidente que no entiende la función del informe o del organismo, así se trate de Naciones Unidas y seamos miembros fundadores ocupando un asiento temporal en su Consejo de Seguridad. Será física cuántica, imagino, que en lo elástico de la dignidad terminan por suscribir sus funcionarios, Encinas, Quintana.
Política que se quiere construir sin un piso mínimo de verdad se llama delirio.
Maruan Soto Antaki@_Maruan