Política

Notas sobre Zawahiri

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Cuando el talibán regresó a Kabul, a mediados de agosto pasado, fueron pocas las voces relevantes en Al-Qaeda que se pronunciaron sobre Afganistán y el grupo que fue expulsado en 2001. Ni los acuerdos de Doha, en los que el talibán se comprometía a no albergar terroristas que significaran una amenaza para Estados Unidos, ni la estructura de la organización yihadista, daban espacio para un mensaje centralizado. La última década fue para Al-Qaeda tiempo de transformación en un movimiento encaminado a lo local que reflejaba la metamorfosis del yihadismo internacional. Había pasado la época de organizaciones articuladas desde una línea vertical. Células proliferaron en África y en Asia bajo su propia interpretación de nociones que mezclaban sus intenciones habituales con las gestas de cada geografía.

Después del anuncio sobre el asesinato en la capital afgana de Ayman al-Zawahiri, líder de Al-Qaeda, algunas de aquellas voces han lamentado su muerte en términos rituales, pero hasta ahora mantienen cierta discreción.

Zawahiri, segundo hombre fuerte después de Osama bin Laden en su red terrorista, era el remanente de un mundo previo a las Primaveras Árabes y al florecimiento y fragmentación del Estado Islámico. La internacionalización de Al-Qaeda y el Daesh tuvieron un efecto contrario al esperado y su supervivencia práctica depende hoy de enfoques locales que permitan voltear la mirada a la brutalidad del fundamentalismo en territorios fáciles de ignorar.

Para una generación entera, el nombre de Zawahiri puede significar nada. A once años de la muerte de Bin Laden los reflectores se han mantenido en su figura. Sin embargo, la vida de los nacidos en los últimos veinticinco años fue afectada por el papel de Zawahiri en los atentados del 9/11. La evolución de muchos de los conflictos o realidades internacionales en la actualidad y evidentemente un gran número de condiciones medio orientales, siguen lógicas posteriores a los ataques de 2001.

Zawahiri era para Estados Unidos un pendiente de veintiún años que esperaba la oportunidad de saldarse. Quizá, por ello, la operación que lo asesinó ha recibido más atención en medios de comunicación que dentro de las propias estructuras islamistas. También, por la misma razón, la aparente eficiencia y minuciosidad del ataque.

Han sido relativamente abundantes los cuestionamientos acerca de la presencia norteamericana en Kabul al año de retirar sus tropas, solo que dos décadas en el territorio dejan suficientes instrumentos de inteligencia para obtener información sin necesidad de soldados en Afganistán. Identificación de la familia Zawahiri, seguimiento de rutinas, realización a escala de un modelo de la casa que servía de escondite, identificación de Zawahiri en sus balcones. Los puntos en el relato de la operación serán materia de otro tipo de análisis. Queda entonces, revisar el futuro de lo que una vez fue la organización terrorista, las posibilidades de nuevos liderazgos y el papel del gobierno talibán.

La fragmentación de Al-Qaeda le quita importancia a su sucesor, pero amplía los parámetros de las conversaciones sobre el fundamentalismo islámico. Saif al-Adel, su línea de reemplazo natural está relacionado con el entrenamiento de fuerzas en Somalia, Egipto, Pakistán y Sudán. Varios reportes lo ubican en Irán, una reflexión exigua plantearía dificultades por la ubicación, así como por la divergencia entre corrientes del islam. Dicha divergencia hace tiempo dejó de ser un obstáculo y la estadía de miembros de Al-Qaeda en Teherán ha sido bien documentadas.

El ataque con drones sucedió el domingo, su anuncio el lunes. Desde el primer momento, fuerzas relacionadas con la red terrorista Haqqani rodearon las inmediaciones del edificio que recibió el impacto. Sirajuddin Haqqani, ministro del Interior en Afganistán, es hijo de Jalaluddin Haqqani, fundador de las milicias que llevan su nombre y cuya existencia como entidad separada del Emirato de Afganistán niega el Talibán. Durante las primeras horas corrieron rumores que fueron desmentidos sobre otras víctimas, el hijo y yerno de Sirajuddin. No ha ocurrido algo similar con reportes que dan aviso de la propiedad de Haqqani sobre el edificio ni acerca del traslado de la familia Zawahiri por parte de ligados a su red.

Hay pocas dudas con la relación del gobierno talibán y Zawahiri. Una mentira más alrededor de Doha se suma al acumulado de lo que prometieron en agosto de 2021 respecto a los derechos de mujeres, su educación o la no obligatoriedad del velo.

Las mentiras del talibán tampoco son noticia, solo un recuerdo de la ingenuidad por conveniencia. 

@_Maruan

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Maruan Soto Antaki
  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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