La repentina marginación que se le aplicó a la ciudad de León del proyecto hidrológico de la presa El Zapotillo obliga a una actitud mucho más proactiva en la gestión del agua.
Y la administración del recurso no es tarea solo de las autoridades —federales, estatales, municipales y de organismos operadores de los servicios del suministro— sino de empresas y usuarios domésticos.
Las prolongadas sequías seguidas de temporadas de fuertes lluvias atípicas son muestra del trastorno en el ciclo hidrológico en parte provocadas por el cambio climático.
En este momento hay que garantizar la viabilidad de la disponibilidad del liquido para los próximos 30 a 50 años.
Y por supuesto que son indispensables y urgentes grandes obras de infraestructura hidráulica, y parte de los oficios de las autoridades locales se centran en ese objetivo.
Para cerrar la pinza y hacer más efectivo un plan integral de gestión hidráulica hace falta también el compromiso y la participación de la iniciativa privada y la población en general.
La escasez del agua y su carácter de recurso no renovable exige de un cambio de visión en su uso y aprovechamiento.
Por poner un par de ejemplos, la industria de la curtiduría, así como el sector agropecuario incurren en importantes volúmenes de consumo, inherentes a su actividad.
Si la industria reconvierte sus procesos, el campo tecnifica sus riegos y en las viviendas se evitan fugas y derroche de agua, se puede despresurizar el estrés hídrico y aminorar la magnitud de la escasez que podría provocarse.
En nuestras manos está actuar oportunamente. Ojalá no sea ya muy tarde.
PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN