Como bien dicen por ahí; ‘no hay fecha que no se llegue…’A principios de este año se aprobó el paquete de leyes secundarias de la Reforma Energética, sin embargo, el mecanismo primordial para lograr una migración de energías convencionales a renovables se quedo estancado.
No obstante, la semana pasada se aprobaba, con ciertas modificaciones, la Ley de Transición Energética en el Senado. Este acontecimiento no es menor y claro que ha provocado reacciones, tanto a favor como en contra.
En dicha Ley se establecen metas nacionales de generación de energía por medios renovables para el mediano y largo plazo.
También se encuentran previstos los tiempos en que ciertas medidas, en el sector industrial, tienen que ser implementadas, así como, en su defecto, las sanciones económicas a las que serán acreedoras. Sin duda, estas metas representan un reto para el país, pero son las necesarias para hacer frente al enorme desafío de mitigar el cambio climático.
Se estima que llegando a dicho objetivo se disminuirán 140 millones toneladas de gas efecto invernadero.Aunque nuestro país ya contaba con un antecedente, en cuanto a metas de generación limpia, de la administración del Presidente Calderón; la Ley General de Cambio Climático, cual resultó ser una ley de bajo perfil.
A pesar de estar bien intencionada, por su falta de coercibilidad y capacidad de sancionar a quien no la cumpliera, no logró el impacto deseado.¿Pero qué es lo que se debate?Por supuesto que el debate no ha rondado en torno a la necesidad de actuar para mejorar al medio ambiente, esto es un hecho evidente.
Si no al costo que esta transición energética implicaría a ciertos sectores productivos y a la población en general. Sin embargo, expertos afirman queel aumento de precios para los sectores obligados a cumplir con los porcentajes de utilización de energía limpia no será mayor a un 2%, mientras se alcance esta transición.
Sin embargo, el velo de una visión negativa de esta inversión para el futuro no nos dejaver que, de todas formas, ya estamos pagando el precio de no migrar a otros tipos de energía.
Los sectores productivos del país así como los partidos políticos que se oponen a estos cambios, podría replantear si nos cuestan menos los daños y vidas perdidas por fenómenos naturales extremos, las hambrunas por sequias, las enfermedades en la población por contaminación y los desbalances ecológicos por la extinción de especies y ecosistemas, causados por el cambio climático.
Que representan un gasto del 6% del PIB nacional, alrededor de 77 billones de dólares o una transición, necesaria, a otras fuentes de energía.
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