Monarquitos (mo-narquitos) ¿Qué vamos a proponer para evitar este fenómeno? Más preguntas a mi anterior colaboración o bien juegos de palabras encontré entre los comentarios vía Whats App que me hicieron llegar académicos y luchadores sociales.
Pocos nos pusimos el traje unisex, de talla adaptable, pero sí reconocimos en el otro su calza perfecta.
La frase es lapidaria: lo que te choca, te checa. Sin embargo, causa menos daño que se quede el uso de ese traje en casa.
La cosa cambia cuando los ciudadanos decidieron que nuestro yo con toda su humanidad (y egos) debía dirigir un estado o un municipio y peor, decidir sobre todos: qué se hace con los recursos públicos, por ejemplo.
¿Una obra que lleve una placa y refleje mi grandeza y superioridad? O una obra enterrada que muchos agradecerán y pocos verán. El culto a la persona, por supuesto.
Mi compañero Ángel Carrillo solía preguntar siempre en Cambios a los aspirantes a algún puesto de elección popular: ¿para qué quieres gobernar?
Y la respuesta de cajón era siempre la misma. Quiero servir. ¿Servir? ¿No te interesa ser el que manda, al que le cargan el celular, el que lleva a una comitiva a todas partes de corifeos que susurran en su oído eres la muchosidad en persona jefazo?
Ay, el poder. Invariablemente, los interrogados lo veían con la peor de sus miradas y una sonrisa congelada. El poder público es un asunto serio y como ciudadanos se lo damos a cualquiera.
¿La persona en cuestión ha demostrado su valía? Lejos de compadrazgos o resentimientos cuál es el valor de sus aspiraciones. ¿Monetizar a través de las posiciones políticas es lo suyo? Es tan fácil detectarlo.
En cuanto suben al escalón del ladrillo, quieren casa en Las Villas, para no ser alcanzados por las críticas, porque allá en los circuitos cerrados las quejas ni llegan.
Entonces, como ciudadanos, ¿qué hacemos?
¿A quién le corresponde educar o evitar que quienes monetizan lleguen a las posiciones de mayor poder político bajo sus “narrativas” de mercadotecnia política?
