Sociedad

¿El monstruo se fue?

  • Cable a tierra
  • ¿El monstruo se fue?
  • Marcela Moreno Casas

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Nada refleja tanto amor filial como la canción de John Lennon “Beautiful boy”: "Cierra tus ojos / No tengas miedo / El monstruo se fue / Él está huyendo y tu papi está aquí". Lennon compuso esta canción para ahuyentar los temores de su pequeño hijo al caer la noche. La gran imaginación infantil hacía que toda clase de seres espeluznantes habitaran debajo de su cama o detrás de la puerta del armario. El propósito de Lennon era entonces defender al miembro más pequeño de su familia de toda esa fauna oscura, aunque, de manera involuntaria se convertía en el héroe sin capa de ese mundo.

El papel de los padres, que no puede ser ocupado por nadie —sea el estilo de familia que sea— es convertirse en una isla a la que los hijos pueden acudir siempre que los “monstruos” decidan salir de debajo de la cama o del interior de los armarios. Y a esa isla retornarán siempre para conseguir más herramientas con las cuales hacerle frente a las “bestias” con las que se toparán en la vida hasta que puedan valerse por sí mismos.

El fatídico viernes 10 de enero, recibí en mi celular la alerta de los reporteros de Notivox La Opinión Laguna sobre una presunta balacera al interior del Colegio Cervantes, de Torreón. Se hablaba de muertos y lesionados. Como lagunera entré en pánico: ¿regresaron las balaceras contra civiles a la región? ¿Cómo puede ser posible que delincuentes ingresaran a una escuela privada? ¿Se trató de un secuestro? Mientras las preguntas iban y venían por mi cabeza, como directora editorial del diario giraba instrucciones por el celular, el temor se convirtió en asombro. El presunto autor era un alumno, un pequeño de 11 años que había ingresado con dos armas a la institución. Había disparado contra su maestra, cinco alumnos más y otro profesor de educación física. Mi hijo de 17 años, alumno de preparatoria de otro colegio privado de La Laguna, me informaba que se alistaba para ir a la escuela. Como madre de familia, la primera reacción fue impedirle que fuera y luego asumir que todo iba a estar en calma, pero el malestar vino después: ya estaba enterado de la balacera. En los grupos de chats comenzaron a circular un cúmulo de datos sobre el hecho. Le rogué que ambos mantuviéramos la comunicación por la vía del chat. Me enteré más tarde que al conocer sobre la magnitud de lo sucedido en el Cervantes, muchas madres de familia acudieron aterrorizadas hasta las escuelas de sus hijos para recogerlos. Esa sensación de angustia y pánico no es desconocida para ningún lagunero que ha vivido la violencia de las balaceras en el TSM, en el centro de la ciudad o en cualquier otro punto de La Laguna.

Sin embargo, hay una distancia muy grande entre las balaceras que se vivieron a partir del 13 de mayo de 2007, cuando el empresario y dos veces alcalde de Gómez Palacio, Carlos Herrera Araluce, fue atacado por un comando, a la vivida el 10 de enero de 2020. El sueño de seguridad se acabó. Y esta vez llegó con un mensaje más cruel: alcanzó a un menor. Nadie lo esperaba.

Al ir desentrañando la historia detrás de la tragedia, para entender qué estaba pasando en la sociedad lagunera, el entorno social del pequeño que disparó contra sus compañeros reveló a una familia desintegrada, presuntamente conectada con actividades ilícitas. Sin embargo, eso no es excusa para reducir el problema del que apenas vemos la punta del iceberg.

En entrevista para Expansión Política, el 15 de enero de 2020, Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) apuntó que “este niño es un hijo de la guerra contra el crimen. Así como el Estado mexicano decidió usar al Ejército y confrontarse y estimular a que los grupos criminales pasaran de tener pistoleros que cuidaban los traslados, a tener ejércitos privados con capacidad de fuego y que se deriven 13 millones de armas disponibles, que exponen a niños y niñas no solo a que puedan a usarlos, sino sobre todo a ser asesinados”. Y también enfatizó un detalle: cuántos niños estarán expuestos a estas mismas condiciones y están recibiendo ya atención.

La presencia de mochila segura como medida obligatoria en las escuelas, el uso de mochilas transparentes, la ubicación de detectores de metal en aquellas instituciones que pueden sufragarlos son medidas de contención, en tiempos extraordinarios, pero pocos escucharon a Ricardo Bucio, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Protección Integral a Niños, Niñas y Adolescentes, del gobierno federal, quien el mismo 10 de enero dijo a Ángel Carrillo, de Multimedios-Milenio: “me asusta un poco el hecho de que el gobierno se esté autorecriminando los hechos y no están señalando lo que hemos omitido en las familias, es decir, ponemos al gobierno a instalar detectores de metales o inspecciones en las mochilas, cuando lo que debemos inspeccionar es la mente de los nuestros. Coincido en que en el tema no es la mochila, es la violencia social que ha crecido en nuestros niños".”

¿Cómo podemos los padres pedirles a nuestros hijos que cierren los ojos, que no tengan temor si el monstruo no se ha ido? 


*Directora editorial de Notivox La Opinión Laguna

Twitter: @marmor68

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