hace un par de días se hizo ‘viral’ un video de TikTok de la cuenta “Cole Capital Growth” -una aparente empresa inmobiliaria-, donde se pueden apreciar a distintos jóvenes presumiendo el haber vendido “n” cantidad de departamentos en un periodo determinado, para al final, rematar con una invitación a sumarse al equipo y lograr las mismas metas, con el apoyo de los contactos y posición de las y los interesados en formar parte de estos.
La mayor parte de las críticas (e incluso burlas) hacia dicho material audiovisual se enfocaron principalmente en el aspecto de las y los que aparecen en él, a quienes calificaron como ‘whitexicans’, ‘privilegiados’ o hasta ‘hijos de papi’, resaltando que solo personas en posiciones de poder y privilegios pueden vender y/o comprar tan fácilmente bienes inmuebles en la actualidad.
Por mi parte, hoy decido hablar de este tema porque es necesario visibilizar con mayor contundencia, la lastimosa situación en la que nos encontramos las generaciones más jóvenes con respecto al acceso a la vivienda, no solo en el país, sino en el mundo y que precisamente tiene qué ver con que solo los más privilegiados puedan vender o acceder a un inmueble: cada vez se ha vuelto más difícil el poder hacerse de un hogar, debido a muchos factores, entre ellos lo que se conoce como ‘financiarización de la vivienda’ y la burbuja inmobiliaria.
Lo primero consiste en una forma peculiar de acumular capital que convierte un bien material, inmóvil y anclado a la tierra en algo abstracto y móvil como el capital, lo que en palabras comunes podría entenderse como la transformación completa de la vivienda en bienes, permitiendo la especulación y la reducción de la función social de la vivienda como una necesidad social vital y como un derecho humano fundamental.
Lo anterior, gracias al capitalismo y a la poca regulación del mercado inmobiliario por parte del Estado, lo cual ha traído graves consecuencias para nuestras ciudades y la vida de todas y todos, ya que muchas personas difícilmente podremos acceder a una vivienda, entre ellos destacan las y los ‘millenials’ y de la ‘generación Z’.
El que hoy por hoy se vea a la vivienda como un activo y se permita que se le dé ese trato mediante leyes y la desregulación mencionada, solo facilita que el sector privado financie y genere especulación, lo que beneficia únicamente a los bancos, las élites, los inversores y desarrolladores inmobiliarios, quienes se han vuelto más ricos, mientras que las desigualdades se incrementan, afectando a los más vulnerados.
Así pues, la vivienda se ha convertido en una mercancía que ha pasado a beneficiar a quienes pueden pagarla al precio que dicte la industria inmobiliaria (que está llena de Sofis y Alfredos Sámanos), que genera ganancias a pesar de la violación a los derechos humanos a la vivienda y a la ciudad, haciendo que las y los jóvenes nos tengamos que presentar diciendo: hola, soy millenial y no podré acceder a una vivienda.