Vivimos en lo que Mario Vargas Llosa calificó como “la civilización del espectáculo”.
La avidez de aparecer y de brillar, el culto al poder y a la imagen lo invaden todo: el periodismo, la cultura, los deportes, la política, incluso la religión.
Los medios de comunicación social nos han hecho creer que lo que no aparece en internet, Facebook, Twitter, LinkedIn, la televisión, la radio, los medios impresos, etc., no existe, no es real.
Paradójicamente, en este mundo sofisticado, en donde el afán de lucir se ha vuelto tan relevante, se ha estado redescubriendo el valor de lo escondido, lo sencillo, lo humilde.
Envueltos por el ruido, esclavizados por la ambición de tener y poder, asfixiados por una sociedad que da culto al dinero y la ambición, que busca, por encima de todo, la fama y el éxito, son ya muchos y muchas los que están ávidos de serenidad y armonía.
Se empieza a añorar la paz, la soledad, la austeridad, el gozo de una vida sencilla, el contacto directo con la naturaleza, la meditación y el silencio para aproximarse a las raíces más hondas de nuestro ser en donde reposa nuestra verdadera identidad, (quizá a ello nos ha empujado la pandemia).
Desde hace varias décadas, existe el minimalismo. Originalmente una tendencia de la arquitectura caracterizada por la simplicidad extrema de sus formas.
Cuando maduró influyó en el diseño, la pintura, la moda, la música.
Se trata de centrar la atención en las formas puras y simples, decir lo máximo con lo mínimo.
Se refiere a cualquier cosa que se haya desnudado a lo más esencial, despojado de elementos sobrantes.
Se aplica también a grupos o individuos que reducen sus pertenencias y necesidades al mínimo.
Quizá hemos asociado humildad y sencillez con mediocridad y apocamiento, pero las cosas sencillas de la vida nos hacen sentir vivos.
Si cada día pudiéramos detenernos en esas pequeñas cosas que nos rodean, tal vez nuestro día se llenaría de armonía y paz.
La contemplación de las cosas pequeñas y humildes nos lleva a descubrirnos a nosotros mismos desde lo sencillo.
Urge regresar a un estilo de vida sencillo. Lo pide la ecología humana y la ecología ambiental.
En un mundo donde hemos perdido sensibilidad para lo sencillo, Mahatma Gandhi nos recuerda: “Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir”.