“Todo hombre, por el mero hecho de serlo, se siente llamado a interpelarse y a interpelar la realidad que le rodea; pero sin admiración, su vida se convierte en algo anodino, termina perdiendo sentido”. (*) (Miguel Ángel Martí, 1997) No es la vida quien enseña, lo que realmente enseña es la lectura hacemos de ella.
No es suficiente ver las cosas, es necesario “mirarlas bien” para descubrir lo nuevo que siempre llevan consigo.
Se necesita tener una sensibilidad cultivada para mantener el espíritu receptivo a esos destellos, novedades y matices con que la realidad nos sorprende.
También es importante aprender a admirar a las personas. No confundir la admiración con ingenuidad.
Se trata de ver “con buenos ojos” a la gente.
Si logramos fijarnos un poco más en los aspectos positivos de cada persona, tendremos oportunidad de admirarlos. ¿Y qué obstáculos hemos de superar para admirar?
El primero es la costumbre, que incapacita para ver en la otra persona cualquier cosa que no sea lo ya sabido: se adivinan las contestaciones, se presupone determinada actitud, se dan por supuesto ciertos comportamientos, no se ve la posibilidad de que el otro cambie y actúe de forma distinta a la prevista.
Otro obstáculo es la tendencia a infravalorar a las personas; o anteponer siempre sus hechos pasados a los presentes, y tener más en cuenta lo que era que lo que es; o fijarnos y recordar más los aspectos negativos que los positivos.
Sin embargo, La rutina es el obstáculo mayor. “El hombre ha de precaverse contra el desencanto, el acostumbramiento y la rutina, y en ese ejercicio se juega la ilusión por vivir”.
La vida en algunas ocasiones se nos manifiesta alegre y divertida, pero en otras muchas hemos de ser nosotros, con nuestros recursos interiores, quienes tenemos que dar un sentido positivo a lo que en un primer momento no lo tiene.
Quien es capaz de iniciar cada día con una visión nueva, consigue hacer realidad el milagro de sorprenderse ante cosas, aunque que le sean muy familiares, pero no por eso dejan de manifestarse como recién estrenadas.
La autoestima, tan olvidada por muchos y tan mal interpretada por otros, es otro aspecto importante para la admiración. Ser agradecidos de la propia vida.
Quien sonríe a la vida, la vida termina sonriéndole.
Al parecer, la felicidad no está en disfrutar de situaciones especiales, sino en la buena disposición de ánimo.
Esto es necesario repetirlo una y otra vez, porque obsesivamente tendemos a buscar la felicidad fuera de nosotros, pero no está ahí. Desde la capacidad de admiración podremos construir una nueva manera, más viable, armónica y feliz, de ser y de estar en el mundo.
(*) Miguel Ángel Martí García
Nacido en Valencia, Catedrático de Filosofía. Ha publicado: La admiración, La intimidad, La ilusión, La tolerancia, La convivencia, La madurez, La afectividad, La sensibilidad, La elegancia, La serenidad, El encuentro, El silencio y las novelas Atardecer en el Sur y Luz entre naranjos.
En todos sus escritos pretende hacer una analítica existencial en torno a la autenticidad del hombre.