Los criminales aprovechan un río cada vez más revuelto. No se necesita ser muy lúcido para darse cuenta: las fracturas en el ámbito institucional abren las puertas a la delincuencia.
México lleva años siendo sido uno de los países más peligrosos para el ejercicio del periodismo. Y para la vida de todos, periodistas o no. Las abiertas amenazas contra medios de comunicación y en particular contra Azucena Uresti son un paso más todavía. Supongo que los criminales simplemente tienen la certeza de que cada paso que dan quedará nuevamente impune. Que las grandes luchas no son contra ellos. Que su violencia ya se hizo parte de la realidad. Que cada vez más, las autoridades, los partidos, las organizaciones, hacen como si nada pasara, voltean para otro lado, discuten otras cosas.
Si algo ha quedado claro es que combatir la criminalidad no es efectivo si no se lleva a cabo en coordinación entre distintos poderes y distintos niveles de gobierno, partidos y organizaciones.
Eso no existe ahora. No digo que en aras de la coordinación haya que evitar a toda costa los conflictos dentro del mundo institucional. No. Qué bueno que los haya y que se busque cambiar lo que no funciona. Pero esa debería ser una “guerra” democrática y jurídica. No a golpes que destrozan la confianza en el trabajo común.
El problema, como dicen, es el modito: si cada mañana el lenguaje es de descalificación, si se habla de adversarios pero acto seguido se les trata como enemigos y se les acusa de mentirosos, de corruptos dañinos al país e indignos de reconocimiento, entonces el conflicto se desplaza: el conflicto que importa ya no es contra los criminales que asesinan, secuestran, queman y amenazan. Ya no es una “guerra contra contra el narco”, sino una visible “guerra entre institucionalizados”.
Y de los narcos, los sicarios y los grupos armados que mandan en territorios enteros, ni quién se acuerde. Cada vez dura menos la memoria de los hechos violentos. La violencia se banaliza: no hay responsabilidades y nos volvemos un “club de las manos limpias”. Somo un país que levanta los hombros ante el verdadero desastre.
¿Hay alguien que piense que no vamos perdiendo en esta que otros llamaron guerra del narco?
Luis Petersen Farah