Pues ya está. Fentanes fue cesado.
Pero lo más triste es que el daño en el equipo es tan profundo, tan enraizado, que el que llegue, sea quien sea (se llame como se llame), no podrá hacer mucho por sacar ese barco a flote. El Santos está hundido.
De aquel equipo que Guillermo Almada construyó (le duela a quien le duela) ya no queda nada. El Santos fue perdiendo espíritu, estilo, motivación. Perdió su encanto. Ya no tiene ángel.
Y claro que hay muchos culpables: no necesito poner nombres, la afición santista se encarga de mencionarlos día con día, partido tras partido, en todas las redes sociales del Club.
Ahí, en los cientos de comentarios que los aficionados (derrumbados) escriben.
Los que dan la cara, los que se presentan ante la afición, son los jugadores y el cuerpo técnico.
Ellos dan la cara cada domingo y reciben todo tipo de reclamos por parte de su fiel afición.
De frente, cara a cara. Fentanes ha sido cesado y, sinceramente, era la primera cabeza que iba a rodar.
Es natural, pues ni modo que fueran a despedir a los jugadores, quienes tienen también un gran porcentaje de responsabilidad, empezando por la defensa, la más goleada del torneo.
Y ahí, que le quede claro a todos, Acevedo no ha tenido nada qué ver.
Al contrario, si el Santos no ha recibido más goles, ha sido por él. La culpa de éste desastre de goles recibidos es de la defensa (Dória, Félix y compañía) y de nadie más.
Había que apaciguar el incendio, porque apagarlo será la tarea titánica.
Y ese incendio medio se apacigua quitando a Fentanes, que es a quien el grueso de la afición señalaba como arquitecto del desastre.
Pero el fuego sigue ahí. Así está la afición, que se siente herida, cansada de que cada fin de semana se les pida su apoyo sin recibir algo a cambio.
La última bofetada fue la derrota que el Querétaro les propinó el domingo. Y en los últimos minutos.
Hay demasiado trabajo por hacer. Pero lo primero es reconfortar a una afición que muy difícilmente perdonará este torneo plagado de humillaciones.