El Frente Cívico Nacional que agrupa 250 organizaciones de la sociedad civil y apoyó la candidatura de Xóchitl, pretende formar -con fracturas a su interior- un partido político de corte ciudadano.
Su asamblea del pasado 6 de julio para discutir este tema tuvo una asistencia mínima.
El 13 de junio previo a esa reunión, “La Marea Rosa” rechazó formar un partido político porque “México y sus causas son su partido”.
Desde 2018, la oposición política (PRI, PAN y PRD), inició un proceso de auto destrucción acelerada -ante su incapacidad congénita para ver más allá de sus propios intereses personales y no, los de la nación.
Con la desaparición de su registro nacional, el PRD llegó a su fin, aunque buscará resurgir a través del Frente Cívico Nacional.
El PRI de Alito avanza a madres en esa misma dirección.
Y el PAN sigue sin entender que es el único partido que puede recoger las migajas de los otros dos para, de alguna manera, resurgir.
Cierto. AMLO y Morena colaboraron para destruir la oposición; pero fue mayor su propia incapacidad para no estar a la altura de los reclamos históricos exigidos por la coyuntura de 2018 a 2024.
La iglesia católica permaneció adormecida hasta finales de 2022. Tuvo que venir la Compañía de Jesús -para variar- a darle un zape en la frente y urgirle actuar, a partir del asesinato de dos sacerdotes jesuítas y un guía turístico en una iglesia de la comunidad Cerocahui de la sierra Tarahumara en junio de 2022.
Las clases medias están divididas entre las fuerzas civilizatorias pro democráticas y las anti civilizatorias pro autoritarias; mientras las clases altas juegan con la idea de mandar sus inversiones y sus familias fuera del país.
Las preguntas son, no por jodidas menos importantes: ¿De dónde surgirán los anticuerpos para detener esas células cancerosas que tienden a normalizar de manera masiva la transexenalidad autoritaria de la 4T y asegurar su presencia en el cuerpo social por 12 o 18 años al menos?
¿Quién germinará y liderará la formación de esos anticuerpos para destruir esas células poco a poco? ¿Cuándo y de qué manera, en el mejor de los casos, iniciaría ese proceso de resistencia?
Mi invitación, por lo pronto, es una: desde nuestra trinchera personal y familiar, digamos ¡no a la normalización!