La mente de la clase política coahuilense está ya focalizada en las elecciones intermedias del año 2026 que definirán la integración del Congreso Local.
El comportamiento de su mente en la vida real varía acorde a su militancia; los priistas aparentan calma -aunque su interior abrigue tormentas invernales; los panistas se muerden el rabo desde el triunfo de MJS sin encontrarlo; los perredistas siguen desempleados sin encontrar trabajo como fantasmas de “jaloguín”; los verdes disfrazados de tortugas caguamas aparecen en los cruceros con este letrero colgado de sus cuellos: “compasión ´plis´ porque en Coahuila estamos en peligro de extinción”.
¿Y los morenistas y los petistas? Fieles a una tradición de la izquierda histórica -que la mayoría de ellos desconoce por su filiación ex priista o ex panista- no duermen por imaginar cómo fracturarse al interior en su lucha descarnada por el banquete político electoral ofrecido por Morena a nivel federal.
¿Cuáles son los retos que presenta para Manolo la elección de 2026?
Primero: Ganar la mayoría de los 130 cargos del Poder Judicial de Coahuila sujetos a proceso electoral en 2025. Evitar su judicialización.
Segundo: Aprovechar las fracturas de Morena y el PT; aunque será difícil parar su crecimiento electoral ascendente desde 2017 en las cinco regiones del estado.
Menos, porque ambos partidos contarán con el apoyo presupuestal de la federación y de algunos gobernadores morenistas, como el de Tamaulipas, cuyo hijo es el delegado de la Secretaría del Bienestar en Coahuila: Américo Villarreal Santiago.
Tercero: Insistir en profesionalizar la militancia priista y sus operadores territoriales, aunque su aportación electoral no sea suficiente para derrotar a la oposición.
Cuarto: Cuidar, lo que, a ojos fiscalizadores, podrían considerarse excesos del Programa Mejora Coahuila. (Continuará).
