Primero empiecen en su casa.
La unión hace la fuerza”, dice un viejo aforismo político, y César Garza está estimulando la unión entre todos los partidos con el gobierno electo actual y eso me parece a mí que suena muy bien. Pero hay dos subtemas que no son tomados en cuenta en este aparente liderazgo, nacido al calor y sin escrúpulos de las elecciones anteriores. Por supuesto que lo que importa es el estado, del cual forman parte los partidos.
Los problemas nacen por la falta de unidad y una serie de fugas de personajes del PRI que salieron corriendo a apoyar a Clara Luz, pensando que el Presidente mandaba; se equivocaron y ahora necesitan un perdón colectivo.
Otro concepto importante es que, como decía Churchill, la oposición, si no existiera, había que crearla, porque la uniformidad sin oposición choca con la dialéctica hegeliana, practicada en la mayor parte de los países del mundo, en donde los partidos son un contrapeso, para que la enfermedad del poder no sea agravada por la uniformidad.
Todo eso yo lo aprendí en mis ya muchos años y creo que es importante vectorizar esfuerzos, pero conservar la posibilidad de decir no. Si no, nos sucede lo que en el gobierno federal, donde es tanta la falta de oposición, que una persona hace lo que cree conveniente, de acuerdo a su momento, ocurrencia o visión del arte de gobernar.
Lo aquí comentado es producto de una basta experiencia, que me ha enseñado que cuando hay un triunfo y se adhieren al mismo rápidamente personas que habían estado siempre en otra posición o en otro partido, y que ya probaron su deslealtad o su incapacidad para justificar la nueva esperanza de la alianza, estos mismos, en un porcentaje mayoritario, repiten su misma actitud, y en la política la deslealtad y el oportunismo son más comunes que el verdadero sacrificio personal en aras del beneficio de las instituciones.
Todo lo anterior es un juego humano en aras del poder y del dinero. Por eso hay que desconfiar de los tránsfugas, porque ya documentaron su fragilidad en sus principios, y de los débiles, que con tal de sobrevivir sacrifican su forma particular de ser. El poder es una enfermedad y se convierte a veces en adiciones que desplazan la excelencia del comportamiento humano, que solo se produce con el arte de dar, que engrandece, y no solo de buscar recibir, que envilece (Parménides).
Descartes: Pienso, luego existo… No es fácil unificar, y menos aun cuando hay resentimientos previos, por la huida de muchos viejos priistas y también por la forma en que se quiere efectuar.