En los últimos años, especialmente en países con tradiciones democráticas y de centro-derecha, hemos visto el incremento exponencial de gobiernos populistas; esto ha sido impulsado por una combinación de factores políticos, económicos, sociales y culturales.
Desigualdad económica y precarización laboral, crisis financieras y las recesiones generaron inseguridad económica y desempleo, lo que provocó un sentimiento de descontento hacia las élites políticas y económicas.
También la globalización, que si bien ha beneficiado a ciertas clases, ha dejado atrás a otros sectores (trabajadores industria, sector rural), que sienten que han perdido oportunidades y estabilidad económica.
El avance tecnológico y la automatización es otro factor que está desplazando a muchos trabajadores, profundizando la sensación de incertidumbre laboral y contribuyendo al malestar social.
La corrupción, falta de transparencia, inseguridad y la percepción de que las élites políticas y económicas están desconectadas de las preocupaciones del ciudadano común han generado una profunda desconfianza.
Hoy, muchos ciudadanos sienten que los partidos tradicionales no los representan adecuadamente, lo que alimenta el apoyo a movimientos que prometen “devolver el poder al pueblo” y luchar contra las élites, con la consiguiente polarización y fragmentación social.
Las redes sociales han permitido la propagación rápida de información (y desinformación), facilitando que los mensajes populistas lleguen a una audiencia amplia, explotando miedos y resentimientos.
Los líderes populistas tienden a tener una fuerte presencia mediática y a utilizar el lenguaje simplista y emocional que resuena con el electorado.
Medios polarizados. En muchos países, los medios se han vuelto más partidistas, lo que contribuye a una narrativa de “nosotros contra ellos” que alimenta la polarización.
Los líderes populistas, al criticar continuamente a las instituciones y los medios, pueden debilitar la confianza en las estructuras democráticas, lo que podría llevar a gobiernos más autoritarios o menos respetuosos con los principios democráticos.
En resumen, el auge del populismo está impulsado por una mezcla de inseguridad económica, desconfianza en las élites, polarización social y el uso efectivo de las redes sociales para amplificar estos sentimientos.
Todo lo anterior nos hace visualizar un futuro de mucha incertidumbre.