Esta semana en un tribunal federal en Nueva York, el juez Cogan dictó sentencia a Joaquín El Chapo Guzmán. A pesar de que se rumoraba que algunos miembros del jurado pudieron haber tenido contacto con información pública durante el juicio, -lo que tienen prohibido- en general la opinión pública presenció un juicio abierto, transparente y justo.
En el caso de Nassón Joaquín García, todo parece indicar que el líder de la Iglesia La Luz del Mundo igualmente tendrá un juicio justo en la Corte Superior de Los Ángeles. ¿Por qué le escribo esto?
Porque en México, a diferencia de los Estados Unidos, la justicia sigue siendo el enorme hoyo que impide fincar una sociedad mejor. ¿Qué nos ganamos con la Guardia Nacional, si el aparato de procuración de justicia no funciona? Probablemente habrá más detenidos, pero no tendremos una mejor policía investigadora, ni un mejor ministerio público, ni mejores jueces. Una muestra más de que las soluciones de la 4T son siempre fragmentarias y unilaterales. Por lo tanto, no habrá castigos justos a quienes cometan delitos y la impunidad no se reducirá. (¿Más de lo mismo?)
Esta semana la Procuraduría de la Ciudad de México se apresuró a aclarar el caso del asesinato del joven Norberto Ronquillo. Gracias a la presión pública, fue posible esclarecerlo en poco tiempo. ¡Milagro, ahora sí hicieron su chamba!, pensé.
Pero, luego la procuradora mencionó que el móvil del crimen es una deuda que el joven Norberto tenía. Desconozco si el joven universitario debía dinero a esos criminales. Lo que me pareció terrible es que la procuradora mencione que la víctima estaba “metido” en negocios con los delincuentes, sin tener la certeza de que así fue.
La única prueba de ello es la afirmación del asesino. (¡No manchen!) ¡Qué necesidad de ensuciar a la víctima y qué necesidad de la Procuraduría de desacreditar su propio trabajo haciendo este tipo de alusiones!
Los órganos de procuración de justicia en este país parten de antemano del supuesto de que las víctimas de un delito se lo merecen, están metidas con los criminales.
Además, la procuradora dice que proporciona información oficial “porque ha habido demasiado ruido”. Para Ernestina Godoy, el interés de la sociedad y de los medios es “demasiado ruido”. ¡Ufff!
Por otro lado, en Jalisco, la Comisión de Derechos Humanos investiga ahora qué ocurrió durante las horas que siguieron al accidente en el que perdió la vida una pareja de recién casados, Fernanda y Alejandro, cuando su auto fue impactado por un vehículo en que transitaba a exceso de velocidad, conducido por un futbolista alcoholizado.
La prueba de alcoholemia se hizo tarde y parece que los miembros de la Fiscalía realizaron acciones para disminuir la responsabilidad del futbolista. ¡Uffff!
Ante esto, la mamá de Fernanda, con una actitud ejemplar de dignidad y fortaleza, hace público su reclamo. “No es justo que este sujeto asesino haya acabado con sus vidas, yo estoy muerta en vida y exijo justicia. No voy a parar hasta conseguirlo.” Dijo la señora Cristina Álvarez.
Probablemente a muchos en esta ciudad no les interesa el caso, pero si Usted es automovilista sabe que ningún seguro le garantiza que en algún momento un automóvil manejado por un desquiciado golpee su coche y lo envíe a mejor vida.
Además, ¿no le duele que el mejor sueño de la vida termine así? ¿Y si fuera el suyo? Que hubiera sido Usted quien hubiera planeado su boda y que en el momento en que pensó ser feliz, alguien le hubiera arrebatado tan brutalmente sus planes.
Hagamos de la lucha de la Sra. Cristina un reclamo generalizado. Ya sé que todas las víctimas son importantes, todas, pero ahora es la oportunidad de cambiar las cosas. Si dejamos a las víctimas solas, nos hacemos cómplices de un sistema de justicia inoperante. Si las dejamos solas, nuestra indiferencia nos condena a que un día nos ocurra algo similar a lo que le pasó a Fernanda y Alejandro, y que el asesino se salga con la suya.
Si el juez no ve lo que todos vemos en el video que documenta el choque, seguramente habrá un perito o una empresa armadora de autos que pueda calcular científicamente la velocidad a la que conducía el futbolista.