Cultura

La Independencia en Guadalajara

  • Columna de Laura Ibarra
  • La Independencia en Guadalajara
  • Laura Ibarra

El acto que marcó el inicio de la vida independiente de México fue la entrada triunfal de Agustín de Iturbide al frente del Ejército Trigarante, el 27 de septiembre de 1821. El 15 de septiembre, es decir, el inicio de la guerra de independencia fue una fecha que se empezó a celebrar con serenata, bandas de música y fuegos artificiales (sin horario reglamentado, por supuesto), a partir de la década de 1840.

La marcha triunfal de Iturbide pasó a la historia, entre otras cosas, por la conocida anécdota que refiere que el Jefe del ejército le ordenó a la tropa desviarse de la ruta trazada, por la calle de Tacubaya, para dirigirse a la de San Francisco, pues cerca de La Profesa vivía la famosa Güera Rodríguez, con quien el pelirrojo y patilludo militar tenía un romance.

Se dice que el enamorado Comandante en Jefe, al pasar por el balcón de la distinguida dama, desprendió una pluma de su sombrero tricolor y se la envió con un asistente a Doña María Ignacia Rodríguez, que se encontraba toda emocionada en el balcón.

Lo que ocurrió ese día en la capital de la Nueva Galicia lo reseñó La Gaceta de Guadalajara: “Las calles se poblaron de toda clase de gente sin embargo de lo tempestuoso del tiempo. Por todas partes se oían vivas y aclamaciones, fuegos artificiales y música que discurrieron por las calles durante toda la noche”.

Los grupos más prósperos de la ciudad patrocinaron un buen número de festividades, aunque buen parte de la población más humilde no acaba de entender el sentido del acontecimiento. Entre otros eventos, sobresalen algunos sermones pronunciados en distintas festividades religiosas. En uno de ellos, en la Catedral de Guadalajara, el fraile Tomás Blasco y Navarro con vehemencia afirmó que “es Iturbide el héroe verdadero de la religión, y que nadie permite dudar que ha sido elegido por el padre de las misericordias, para libertarnos como Moisés a su pueblo, de la tiranía de nuestros enemigos”.

En Guadalajara, Iturbide había consiguió importantes apoyos para el movimiento independentista. Algo que con frecuencia se olvida es que Iturbide escribía innumerables cartas, como método para convencer a caudillos regionales o miembros del Ejército para adherirse a su causa. En ellas se presentaba como fiel defensor de la religión, pero también mostraba su valor y determinación en alcanzar el objetivo que se había propuesto.

El 13 de junio en Guadalajara, la división de Pedro Celestino Negrete se proclamó a favor de la Independencia al igual que el coronel José Antonio Andrade. El intendente José la Cruz se rehusó a apoyar a Iturbide, de modo que los militares aprovecharon una de sus cortas salidas para proclamar la Independencia el 13 de junio en la villa de San Pedro Tlaquepaque.

Imagino a Pedro Celestino Negrete trasladándose de Tlaquepaque al frente de las tropas que lo habían proclamado su jefe. Seguramente su viaje fue mucho más agradable del que ahora recorren los automovilistas por Avenida Revolución. Aquí lo recibió una comisión especial del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial. Mientras tanto José de la Cruz salió a Durango a enfrentar a los independentistas, pero finalmente capituló el 31 de agosto de 1821.

Ahora que se discute si los restos del obispo de Guadalajara Juan Cruz Ruiz de Cabañas deben ser trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres hay que recordar, que, como casi toda la población en Nueva España, su posición tuvo un momento de inflexión decisivo, pues pasó de la condena al movimiento de Hidalgo al apoyo abierto al Plan de Iguala. Durante años, atacó con fuerza a los insurgentes. Pero ahora, hasta los mismos historiadores reconocen que el movimiento de Hidalgo ejerció una violencia inaudita. En su estancia en Guadalajara, que duró dos meses, acuchilló a centenares de civiles españoles. Muchos de sus cuerpos fueron tirados en la barranca.

Ante el horror de las fuerzas insurgentes, hay que entender la posición de Cabañas. (Además, si todo mundo tiene su momento de conversión de Saulo a Paulo. ¿Por qué el generoso obispo no habría de tenerlo?

En 1821 apoyó económicamente la campaña de Agustín de Iturbide con 25 mil pesos. Iturbide se consideraba que era un “afectísimo y agradecido amigo” del obispo. Tiempo después lo invitaría a ceñirle la corona imperial mexicana, en virtud de que el arzobispo de México se había retirado.

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