El 21 de febrero pasado, en el contexto del Día Internacional de la Lengua Materna, Clara Brugada, jefa de Gobierno de Ciudad de México, anunció la iniciativa de enseñanza del náhuatl en 78 secundarias públicas ante estudiantes de Xochimilco, donde residen pueblos originarios que lo hablan.
En la capital se hablan 55 de las 68 lenguas maternas y por ello, dijo, es importante preservar y revitalizar la importancia de ésta, que es nacional. Además, señaló que por ahora estas clases serán de manera optativa para los estudiantes de las alcaldías Xochimilco y Milpa Alta, donde hay un mayor número de comunidades indígenas residentes.
Cuando la noticia se viralizó a través de redes sociales, los usuarios no dejaban de preguntarse cuál es el beneficio de esta iniciativa. Comentarios como “¿Eso para que nos sirve? Mejor pongan clases de inglés”, “Qué ganas de retroceder. Nuestros hijos necesitan mejores clases, porque la tecnología nos está superando”, “Mejor enseñen bien español y matemáticas” demostraron la desinformación, la distorsión de los hechos y la discriminación lingüística y social del pueblo mexicano.
Entonces, ¿para qué deberíamos aprender lenguas originarias como la náhuatl? Para comprender nuestra diversidad cultural. Me explico.
México se encuentra entre las 10 naciones con mayor número de lenguas nacionales (68 indígenas y el español) y ocupa el segundo lugar en América Latina, después de Brasil. Durante el último censo de población nacional, el Inegi registró que había 7 millones 364 mil 645 hablantes de una indígena en el país. El náhuatl es la segunda nacional más hablada en el territorio mexicano, con un registro de más de un millón de hablantes. Ciudad de México es la entidad federativa donde más lenguas originarias se hablan, convirtiéndola en una metrópoli multilingüe y pluricultural, pues aproximadamente 125 mil 153 personas son hablantes de una lengua materna. De nueva cuenta, el náhuatl encabeza la lista, pues se estima que hay alrededor de 40 mil usuarios de esta lengua viviendo en alcaldías de la capital.

Promover la inclusión
De acuerdo con la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (Sepi), en nuestro país existen 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes que se clasifican en 11 familias: álgica, yuto-nahua, cochimí-yumana, seri, oto-mangue, maya, totonaco-tepehua, tarasca, mixe-zoque, chontal de Oaxaca y huave. En la capital converge la mayoría de estas familias amerindias.
Este hecho hace imaginar una megápolis, como Nueva York o Bruselas, donde se escucha gente de todos lados del país converger y comunicarse en diversas lenguas; sin embargo, esta utopía lingüística no existe, pues muchas personas que migran a Ciudad de México desplazan su lengua o prefieren vivir bajo el anonimato para no ser víctimas de la discriminación, pues aún se denigra a las lenguas maternas debido a un oscuro pasado histórico, las reformas educativas por castellanizar a los indígenas, los intereses políticos y el diligente paso de la globalización.
Las comunidades indígenas han migrado a la capital por cuestiones económicas y de educación, buscando nuevas oportunidades y reivindicando su derecho a la ciudad. Sin embargo, la discriminación racial, económica y social es el principal factor para que los grupos indígenas opten por un anonimato como renuncia a su etnicidad, pero otros más se concentran y alían colectivamente en zonas como Iztapalapa o Tláhuac, que les permiten acceder a vivienda y trabajo, revitalizar su lengua materna, resistir a los obstáculos que les pone la sociedad, mantener sus usos y costumbres, exigir a las autoridades y reivindicar sus derechos.
Conservar, revitalizar y hablar una lengua milenaria es un gran ejemplo de resistencia lingüística. Aprender y conocer sobre nuestras lenguas nacionales fomenta la empatía, la inclusión y la armonía ciudadana.
Comprender el español
Aprender náhuatl y otras lenguas indígenas mexicanas nos ayuda a comprender la morfología del español que hablamos en México, pues la lengua más hablada en el territorio mexicano está nutrida por miles de indigenismos, principalmente de náhuatl y maya. Palabras como chocolate, chicle, tomate, coyote, cacao y aguacate son solamente algunas de las más conocidas a escala internacional. Sin olvidar que el territorio está lleno de topónimos en lenguas indígenas. Estos son algunos ejemplos: Tacubaya, Acoxpa, Tulum, Churubusco, Chichen Itzá y Tetepetongo, entre otros. Comprender que el español que hablamos se ha construido de otras lenguas promueve la diversidad lingüística.
Los barrios originarios residentes de Ciudad de México albergan tradiciones milenarias que preservan un gran pasado histórico. La Ceremonia del Fuego Nuevo es un ejemplo de ritual milenario que año a año se lleva a cabo por comunidades indígenas en el Cerro de la Estrella. La celebración de Día de Muertos en Mixquic y San Pedro Tláhuac es otro ejemplo de tradiciones con un pasado indígena y conocidas internacionalmente. Los pueblos indígenas urbanos comparten día a día su cultura a través de sus fiestas, expresiones artísticas y lengua. Acercarnos a su lengua nos permite expandir nuestros horizontes culturales.


Aprender una lengua indígena no significa ningún retroceso, sino una apertura a la inclusión y a la diversidad lingüística, social y cultural de México. Fomentar la educación bilingüe a nivel básico en comunidades indígenas urbanas puede ser un buen comienzo para visibilizar las lenguas nacionales.