Por el bien de México, primero los niños”. Este lema de campaña del candidato a la presidencia por Movimiento Ciudadano me parece muy atinado. El problema es que, pese a las buenas intenciones de Álvarez Máynez, los incentivos políticos no están diseñados para que esto suceda. Son a los adultos mayores a quienes privilegia nuestro sistema.
Una parte desproporcional de los recursos públicos se destina a personas de la tercera edad y López Obrador ha dirigido gran parte de sus esfuerzos a mejorar su condición. Uno de sus programas insignia, la pensión para adultos mayores, ha tenido un crecimiento exponencial. El monto que reciben los mexicanos mayores de 65 años se ha multiplicado por cinco durante su gestión. El Presidente también mejoró de manera sustancial la pensión de aquellas personas que se jubilan bajo el régimen de las Afores gracias a su reforma de 2020.
En conjunto, las pensiones representarán casi 6% del PIB y absorberán más de 20% del presupuesto público en 2024. La tendencia es que estos porcentajes aumenten de manera acelerada conforme envejezca la población y nuestros políticos continúen ampliando los beneficios.
¿Y los niños? Comparativamente descuidados. Varias de las políticas de esta administración, como la eliminación de las estancias infantiles, los han perjudicado. En educación, el rubro más importante para su futuro, estamos muy rezagados, evidente en los resultados de las pruebas internacionales PISA, y no hay indicios de que la situación mejore. El gasto público en este rubro es menor a 3% del PIB, mientras que los estándares internacionales sugieren por lo menos 4%. Por si fuera poco, son los niños quienes pagarán buena parte de la factura pensionaria que están dejando los políticos de hoy.
¿Cómo dirigir la atención de los políticos para que los niños se vuelvan prioridad? Es muy complicado, por una simple razón: los niños no votan. La principal razón por la que los adultos mayores acaparan los recursos públicos es porque votan, así de claro. Al no tener ese derecho, los intereses de 30% de los mexicanos (la población menor a 18 años) no están representados directamente en las urnas. Añadiría que es justo este segmento de la población el más afectado o beneficiado por las decisiones de nuestros gobernantes ya que será el que más tiempo vivirá sus consecuencias.
¿Por qué no, entonces, darles el voto a los niños (y estoy hablando hasta de los recién nacidos)? La típica objeción gira alrededor de que no tienen la suficiente capacidad de reflexionar su decisión. Más allá de que hay niños de 14 años con más criterio que adultos de 50, existe una forma de darle la vuelta a esta situación: dándole el voto de los niños menores de 18 años a sus padres, quienes velarán por sus intereses. Es decir, una mamá (o un papá) con tres hijos pequeños tendrá la facultad de emitir cuatro votos. De esta manera, la idea de “primero los niños” tendrá más chance de hacerse realidad.