“Ni los veo ni los oigo” es una frase que forma parte de la respuesta de Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente de México, ante los periodistas refiriéndose a los legisladores del Partido de la Revolución Democrática. La frase destacó porque fue recogida por la periodista Elena gallegos y publicado en el diario La Jornada, frase que parece resumir las políticas de un sexenio, autoritario y de corte neoliberal, la síntesis de un gobierno dominado por el pensamiento único, que no aceptaba cuestionamientos, asunto que fue interpretado también como un sexenio de monólogos donde la opinión de los partidos políticos opositores, incluso de la población en general, no era tomada en cuenta.
Esta frase sigue usándose en muchos casos para explicar lo que muchos dirigentes políticos realizan de manera implícita; es el caso ahora del dirigente empresarial metido a dirigente político, Claudio X González, ante las protestas de los perredistas Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera, candidatos a coordinar el Frente Amplio por México, pues ni los ve ni los oye y tanta es la cerrazón que los supuestos aliados han tenido que recurrir a las instancias legales.
Pues al mejor estilo de otras épocas, Claudio X González mantiene el control del frente amplio mediante el “temor sutil”, que sería el mecanismo de un Maquiavelo versión empresarial, el medio idóneo para mantener el control político. Así, al PRD en este caso lo han puesto a elegir entre respaldar a sus candidatos o dejar el frente amplio, con la posible consecuencia de perder el registro como partido, por lo que sin duda elegirá mantenerse y no jugársela por sus agremiados. Mientras, al PRI de Alito lo mantienen en el redil ante la amenaza no declarada de apoyar su juicio de procedencia para quitarle el fuero y que lo juzguen por los delitos que le imputan.
Como comentario al margen, eso mantiene a Alito en el puesto: su corrupción. Si fuera honesto ni cómo controlarlo, así que la disciplina se mantiene por el temor sutil de sus coaligados, que parece ser un medio mucho más efectivo que la denominada autoridad moral, la cual suele confundirse con debilidad.