Política

El agua tibia

Dicen que cuando el diablo se persigna, algo malo se avecina. Eso parece que va a suceder cuando el FMI quiere hacernos creer que está preocupado por los bajos salarios de los trabajadores mexicanos, mediante una especie de ejercicio catártico, como si se acabaran de dar cuenta. Solo falta que nos pidan perdón, cuando nos dicen casi con lágrimas en los ojos que es el Tratado de Libre Comercio que entró en vigor en 1994 el responsable de la precarización del ingreso de los mexicanos y que la tendencia salarial descendente se ha mantenido a lo largo de casi tres décadas.

Pero no dicen que mientras el sueño americano en México se convertía en pesadilla, los bajos salarios fueron el elemento central de nuestra relación comercial. El salario mínimo nacional actual es de 141.70 pesos diarios y el mínimo norteamericano es de 15 dólares la hora; por 8 horas son 2 mil 400 pesos diarios. La diferencia es abismal, aun mayor en los salarios especializados.

El Fondo Monetario Internacional parece tener amnesia, cuando esta organización es defensora a ultranza del Tratado de Libre Comercio y de su reciente revisión, por llamar así a la actualización de las cláusulas draconianas que perpetúan la debacle económica mexicana, cuando las anteriores no bastaban para saquearnos a placer.

Recordemos la carta de intención firmada en 1982 con el FMI y sus sucesivas recetas de ajustes que eufemísticamente se llamaban apretones de cinturón, para referirse al sacrificio obrero para pagar la deuda, única verdadera preocupación del FMI. Todos en México y en el mundo se dieron cuenta que el Tratado de Libre Comercio es asimétrico y dedicado a la apropiación de excedentes económicos, para ello nos dijeron que eran medidas transitorias, pero que en el mediano y largo plazo mejoraría el empleo y consecuentemente los salarios.

Pero luego nos aplicaron el consenso de Washington, que retiró al estado de la economía y de su papel como factor de equilibrio entre el capital y el trabajo. Se desalinearon los salarios y se concentró el ingreso, ante el embate del capitalismo salvaje.

Ahora el FMI descubre el agua tibia, cuando desde la implementación del tratado se puso de manifiesto que los salarios eran la fuente de su asimetría y apoyaron el documento, pues es complemento del modelo Neoliberal. Eso, señores del FMI, lo sabemos y lo saben ustedes desde la firma del tratado, así que a otro perro con ese hueso.

Julio C. Vega Olivares


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