El periodismo en México está en crisis.
El tema es agudo y su reflexión exige opiniones incluyentes, agudas, propuestas capaces de reinventar lo que hacemos en este oficio.
No podemos seguir reduciéndonos a calificar o descalificar su práctica.
Desde el propio presidente López Obrador, pasando por gobernadores, alcaldes, la burbuja política y la cúpula empresarial y hasta el crimen organizado, además de las y los comunicadores, es exigible dejar de lado la satanización, mofa, arrogancia, autoritarismo y corrupción, a fin de alcanzar consensos a favor del profesionalismo en el periodismo.
Mucho de lo que hacemos cae, irremediablemente, en la adjetivación de lo que no nos parece, y olvidamos diseccionar la vida del país que desde los brazos poderosos de la política y la economía enrumban a la sociedad.
Los poderes fácticos han domesticado de tal forma al periodismo y periodistas, que al final acaban decidiendo el acto de comunicar.
Un periodismo así es un mecanismo de manipulación que desplaza al mero acto de servir a las audiencias.
A partir del arribo del presidente López Obrador, sus posturas respecto a determinados medios y periodistas, han ahondado las abismales diferencias y hasta el odio entre los actores de la prensa, en detrimento de su credibilidad y seguridad.
México navega en zona de riesgo por ese periodismo conductista, que invariablemente incide en el comportamiento de 127 millones de personas.
El periodismo es un engrane insustituible para la democracia, una labor que debiera honrar la libertad de expresión y el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Pero no, hoy tiene un efecto pernicioso entre la población.
Con divulgaciones falsas, tendenciosas, faltas de ética y frágiles argumentos, se atiza más el encono al tiempo que solidifica preferencias.
La narrativa mediática no privilegia la verdad de la realidad, sino que es racista y discriminadora.
Alguna vez escuché de un maestro: “El periodismo es un vehículo ideológico que nunca detendrá su marcha”. De ahí, en parte, la imparable ola de despidos, censura, sueldos raquíticos, agresiones y asesinatos de periodistas.