Hoy es lunes 3 de junio de 2024.
Bueno, es lo que quiero imaginarme este sábado 24 de febrero.
Por los votos depositados ayer en las urnas, constato de nuevo que ni los partidos políticos, ni el INE, ni la prensa, ni las “recomendaciones” injerencistas de la alta jerarquía de la iglesia católica, y aún menos las marchas y las posiciones confrontativas supieron corresponder a la tan mentada democracia.
La malaleche, las trampas, el discurso fascista, el golpismo, la descalificación, la burla, el escarnio, el oportunismo y gandallismo, la corrupción, el narco, la manipulación y cargada mediática, etcétera etcétera etcétera, efectivamente ensuciaron todo el proceso electoral desde que inició.
¿Quién o qué se impuso?
Para unos, México amanece, por vez primera en su historia, con una Mujer como Presidenta del país, al menos desde el 16 de julio de 1867 en que nace la vida republicana en nuestro territorio.
Con su voto refrendaron el respaldo a Morena, y ubicaron a Claudia Sheinbaum en la Presidencia de la República. Sus rostros expresan alegría, sonríen y se muestran felices.
Por otro lado, con el ceño fruncido, molestos y lanzando epítetos más que agresivos, las y los que votaron por la alianza comicial del PRI PAN PRD, se dan cuenta que esperarán otros seis años para intentar alcanzar el Poder Ejecutivo Federal.
Pero, en realidad, ¿unos ganan y otro pierden? ¿Qué ganan los que ganan y qué pierden los que pierden?
Cuando Vicente Fox se convirtió en el primer presidente de oposición y el PRI salió vapuleado, el sabor de boca que tuve y mi sentir no fueron sino de “ni modo, así es la democracia”, y tan tan.
Mantuve mis zapatos de reportero y sigo como hasta ahora en la brega, mi pluma y pequeñas hojas en la bolsa de la camisa o pantalón para anotar.
E hice lo normal: desayunar, comer y cenar, ir y venir, vivir la vida y seguir leyendo.
El periodismo, cierto, me ha permitido de alguna manera ser testigo cercano de la celebración de triunfos y del dolor de las derrotas en las urnas. En lo personal, pensé que nunca sería testigo de habitar mi país con un gobierno diferente al PRI -pese a que desde mucho antes del 2000 tendría que haber salido de Los Pinos-.
Arribó el PAN y en apenas doce años tiró a la basura su historia, su doctrina, sus principios, su memoria, deshonró a sus fundadores y dirigentes iniciales por la desmesura de quienes se apoderaron de sus siglas para emborracharse de lo peor del quehacer político.
En dos sexenios hicieron lo mismo que el Revolucionario Institucional.
Ah, y la prensa no cambió. Siguió igual, no transitó hacia nada nuevo, se ocupó de sostenerse como el cuarto poder en la estructura gubernamental.
En 2018 se toparon, PRI, PAN, demás partidos políticos y ese sector de la prensa y numerosas empresas privadas con bancos de por medio, con el estilo tozudo de Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional.
El antes y el después en el país, para bien y para mal, ya lo marcó el político tabasqueño.
Surgido de la misma democracia mexicana caracterizada por enormes abusos de las instituciones públicas, políticas y privadas, AMLO y Morena no dejaron de lado algunas de las peores formas de hacer las cosas desde lo alto del poder.
Cierto es que López Obrador, contra viento y marea, se sabe respaldo por millones y millones de personas, y que no recurrió a la represión que ejercieron los gobiernos priistas ni los abusos ególatras con que Fox y Calderón se despacharon.
Pero su propensión a que sea su voz la única que se escuche y atienda, lo ha extralimitado.
Pero bueno, hoy es sábado 24 de febrero de 2024 y ya me adelanté casi cien días.