El castigo, la sanción, la sentencia, el juicio, y hasta la burla, pero ante toda la venganza mueven nuestras neuronas.
Creo que muchísima gente es víctima de su infelicidad.
Lo único positivo, si acaso, es que a cada hecho criticable, suele acompañarlo una luz de esperanza, como sucedió a en Torreón a mitad de la semana que concluye.
En una nota policíaca, la prensa destacó sobremanera que una mujer –de 35 años y embarazada- había sido entregada a la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM) luego de que intentara sacar de un centro comercial media docena de latas de leche en polvo, y que por lo que se apreció en la foto correspondiente, podría suponerse que ese lácteo lo utilizaría para alimentar a la criatura por nacer.
La redacción periodística de esa nota no solo fue deficiente sino careció del lenguaje apropiado y más bien fue irrespetuoso de la condición humana de la protagonista del acto.
Como se acostumbra en el periodismo policíaco lagunero, la noticia fue derivada de un boletín; es decir, no se impone investigar lo mínimo y contextualizar la realidad del por qué Silvia “N”, así llamada la inculpada, llevó a cabo la acción que le resultó infructuosa. ¿Merece una persona ser señalada de por vida por su falta?
Porque incluso apareció fotografiada –difuminado su rostro- y ahora decenas, quizá centenas y hasta miles, ya saben que ella intentó robar leche. La nota periodística la sentenció.
No se trata de encubrir a nadie, como sí lo hace la misma prensa con personajes del sector privado y de la (des)clase política. Son numerosos los ejemplos en que el periodismo ha guardado y seguirá callando si los hechos incumben a miembros del jet set económico y político, a “gente bien”.
Jüergen Habermas, dice que la reflexión sobre el juicio moral deja entrever algo verdadero
Algunos de los comentarios de lectores de esa noticia en el portal fueron realmente inhumanos, implacables.
La hipocresía se une a la maldad, para que desde la apariencia el “triunfo” de la justicia siga su marcha y la simulación predomine.
“El diablo estaba tan cansado que prefería dejarlo todo en manos de los hombres más eficaces que él”, escribió Leonardo Sciascia en El caballero y la muerte.
Y sí, cierto que también hubo quienes se solidarizaron y brindarán apoyo a la señora.
El periodismo exige, sí, denunciar lo que atenta contra la sociedad.
Solo que hay sucesos que exigen, también, que la información se investigue, se indague, se escudriñe, y una vez recopilada y verificada, se estructure y narre de manera inobjetable pero con un sentido ético.
El periodismo tiene que ubicar a la persona en el centro de la pieza periodística en su dimensión más humana, desde sus valores y no desde sus debilidades, y sin distinciones ni diferencias de raza ni estrato social.
Porque, si somos estrictos, buena parte del periodismo que hacemos en la región mantiene sesgos machistas, de violencia de género, de racismo.
Es tiempo, considero, de la aparición, ya, de un ejercicio periodístico renovado, acorde a las circunstancias y condiciones más actuales en materia de derechos humanos, de aspirar a que el periodismo sea una herramienta de transformación de la violencia cotidiana.