En la prensa, soy de los que piensan que siempre será mejor saber de todas las opiniones aunque fastidien y molesten, a que la censura –en cualesquiera de sus formas- se imponga al arbitrio de quienes ejercen determinado poder público o privado.
En la Laguna, sin embargo, todavía hay asomos de intolerancia y una buena dosis de evidente provincianismo.
Algo que no acaba de pasar a la historia es el deporte del toma y daca entre azules y rojos. Los azules, y la ciudadanía, tuvieron que aguantar todo cuanto se les ocurriera a los rojos por larguísimos años en Torreón, la Laguna, Durango, Coahuila y México entero.
Los rojos no solo pintaron plazas, puentes, estructuras viales y peatonales, juegos infantiles en plazas públicas, leyendas de bienvenida y despedida de las ciudades que gobiernan o gobernaron; la papelería oficial también llevó motivos en rojo y todo aquello que les pareciera. No se diga, claro, lo que tuviera que ver con su partido político. La “marea roja” formó parte del paisaje enrojecido.
Torreón, que ahora es administrada por los azules y así lo determinan desde el alcalde, se está pintando de azul: plazas, canchas, paseos públicos, recibos y papelería oficial, sin “marea azul”.
Los señalamientos y quejas de los rojos sobre que es demasiada la pintura azul son válidos pero no trascienden ni hacen mella en el ánimo colectivo. Cosas como las penurias causadas por las lluvias, los socavones, baches y hundimientos; el ecocidio en diversas zonas de la ciudad, los corajes que causan a peatones y a la población los choferes de autobuses y taxis, lo sucio de las calles por acá y por allá, los atracos de los agentes viales, los incontrolables “franeleros” dueños de cajones y parquímetros, los miles de usuarios del agua que no pagan recibos… y un largo etcétera, debieran ser de un mayor interés e intensidad por los comentócratas locales. O como dijera Picasso: “Cuando no tengo azul, pongo rojo”. Y viceversa, diría yo.
