Cuando las cosas suben de tono en un conflicto armado —como el pasado fin de semana— hay reacciones obvias que pueden presentarse ante el riesgo de que el tema siga escalando. Las más frecuentes son —por decir algunas— subida del precio del petróleo, del oro, del dólar y de los bonos del Tesoro.
Ante la aversión al riesgo, también es común ver caer las bolsas de valores. El alza en el precio del crudo obedece a que se detiene temporalmente la producción de Irán, que es un actor importante y que puede cerrar o bloquear el estrecho de Ormuz, por donde pasa más de 20 por ciento de la producción global. El alza del oro, del dólar y de los bonos del Tesoro se atribuye a que todos ellos son un refugio seguro.
Hoy, lejos de tener conflictos resueltos o en vías de resolverse —como prometió el presidente Donald Trump— todos continúan, con el agravante de que se agregó uno nuevo y muy delicado.
No se espera una caída catastrófica, ya que Irán no ha respondido hasta el momento. No hay que entrar en pánico. Ante la incertidumbre, la sugerencia es esperar.
La Reserva Federal actuó como se esperaba. No movió la tasa de interés. De hecho, se quedó en 4.50 por ciento, y el discurso de Jerome Powell, presidente de la Fed, dejó ver tres cosas: la primera es que no hay prisa —cosa que tiene muy enojado a Trump. La segunda es que es muy riesgoso bajar tasas ante la política arancelaria. La tercera es que puede haber dos bajas en lo que resta del año: una en septiembre y otra en diciembre.
En el plano local, esta semana hay decisión de política monetaria. Es probable que Banco de México baje la tasa de referencia 0.50 por ciento, para ubicarla en 8 por ciento. Aunque la inflación sigue alta, Banxico piensa que hay espacio para bajarla, a pesar de que la Fed no baje el costo del endeudamiento y que el peso mexicano lo pueda resentir. De nuevo, ante la situación actual, no hay que ser reaccionarios o entrar en pánico. Tan malo es salirse de todo, como meterse a lo que ya subió demasiado.